Dice San Josemaría en 'Amigos de Dios': "Las gentes se agolpan a su alrededor - alrededor de Cristo-, ansiosas de escuchar la palabra de Dios. ¡Como hoy! ¿No lo veis? Están deseando oír el mensaje de Dios, aunque externamente lo disimulen.
El Evangelio de hoy nos dice que Jesús se sube a la barca de Simón Pedro. Esa barca puede representar muchas cosas. Por una parte, algunos autores esa figura la han asociado a la Iglesia, la Iglesia es la barca desde la que Jesús enseña a las multitudes, a los hombres de todos los tiempos, de todas las razas, de todos los pueblos, de todas las condiciones sociales; la Iglesia es la barca en la que Jesús hace milagros, la pesca milagrosa, la pesca de las almas; la Iglesia es la barca desde la que Jesús llama a sus discípulos a ser pescadores de hombres, todo ello Jesús lo sigue haciendo hoy, en y desde la Iglesia.
La barca de Pedro, puede representar, también, nuestra propia vida, si Jesús está en nuestra barca, es decir, en nuestra vida, en ella se obran prodigios, milagros y seremos capaces de percibirlos continuamente; en cambio, sí Jesús no está en nuestra barca, en nuestra vida, nuestras luchas y nuestros esfuerzos, aun poniendo todos los medios, como seguramente lo hizo Pedro, aun teniendo toda la técnica y toda la ciencia -Pedro era pescador de profesión-, todo aquello resulta estéril, no hay pesca, no hay frutos, no hay vida verdadera. Cuando Jesús está en nuestra vida, en nuestra barca, somos capaces de reconocernos pecadores, como lo hizo Simón Pedro, lleno de temor, cuando Jesús no está en nuestra barca, en nuestra vida, llevamos una vida sin sentido, monótona y sin conversión; cuando Jesús está en nuestra barca, en nuestra vida, todo rezuma abundancia, gracia, gozo, bendición, aún en los momentos de dificultad, cuando Jesús no está en nuestra barca, en nuestra vida, lo que hay es rutina, cansancio y desaliento.
Sea lo que sea la barca, lo importante es que en ella esté Jesús.