Alégrate

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En la primera lectura del tercer domingo de Adviento nos encontramos  con un mensaje de invitación a la alegría: "Alégrate hija de Sión, grita de gozo Israel, regocíjate y disfruta con todo tu ser hija de Jerusalén".


Por: Padre Mario Rafael González García.

En la segunda lectura el mensaje no es menos contundente: "Alégrense siempre en el Señor, se los repito, alégrense".

En el Evangelio, en cambio, nos encontramos con una pregunta dirigida a Juan El Bautista, que se repite en tres oportunidades: ¿qué debemos hacer?

Puede parecer que estas dos primeras lecturas tienen poca o ninguna conexión con el Evangelio, pero no es así. Lo primero que debemos considerar, es que la alegría a la que nos invita la Sagrada Escritura no es una alegría sin sentido, como la aparente e inexistente alegría del animal sano; la alegría del creyente, la del cristiano, es una alegría que tiene fundamento y es la que nos lleva a considerar los argumentos tratados en el Evangelio. La alegría para nosotros los cristianos es una opción de vida, se trata de una decisión y tiene un único camino: sólo es posible experimentar una verdadera alegría si tomamos la decisión de vivir en nuestras vidas la vida de Cristo.

Es por lo anterior que el evangelista San Lucas, en el relato que nos presenta para el Evangelio de este domingo, insiste en esa pregunta: ¿qué debemos hacer? Y es que de nuestro obrar depende nuestra felicidad. El que obra bien, aún en medio de la diversidad, de las dificultades, de los sufrimientos y dolores por la paz y la tranquilidad, estará siempre alegre. La alegría no depende para un cristiano de que todo vaya bien, la alegría para un cristiano radica esencialmente en que está haciendo aquello que es la voluntad de Dios. Esa es la causa de nuestra alegría, porque para nosotros, como cristianos, la voluntad de Dios es como para Jesús la razón de nuestras vidas, es nuestro alimento, es lo que nos da vida, es lo que nos sostiene, es, en definitiva, la causa de nuestra alegría.

La Santísima Virgen María es el ejemplo vivo de una alegría consumada y así lo manifiesta. Se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque Dios ha hecho obras grandes en Ella, porque Ella ha sido dócil a la voluntad de Dios, porque la razón de su alegría es su hágase.





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