Se nos fue Carola Luque

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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com


Hablar de Carola Luque, es invocar la razón, es como atrapar la disciplina, es tanto como invocar la paz, hablar con ella es como escuchar una oración; en fin, larga es la lista de benevolencias de que pueden ufanarse sus descendientes.

Por: Jesús Iguarán.
 
La conocí hace  más de medio siglo, tan amiga mía como lo fue de la humanidad, fui testigo de su duro vivir, admiré su genio que se traducía en los más tiernos cantares. Fue como un árbol de gomas aromatizantes de virtud, desinteresada y buena, que devolvió en deleitosos efluvios los azotes del viento y los golpes endurecidos de las rachas hostiles. Fue Calolay, como la llamó siempre Lucy mi señora, una mujer que no conoció la fatiga, ni el reposo, mientras entregaba su vida a la crianza de sus hijos y nietos.

En cuanto a su tarea como educadora, fue una mujer que englobó los detalles en beneficio de su alumnado, su alma estuvo saturada de las divinas enseñanzas, preparó jóvenes para enfrentar al futuro con grandeza de cortesía. ¡Qué grande, qué potente, qué terrífica fue su misión en la formación en la sabiduría a quienes supo amar con ferviente fervor, laboró en su progreso en todo campo, ayudó a modelar a la juventud samaria y abasteció a varias generaciones con toda la brillantez de su casticidad. Como ciudadana fue una mujer ejemplar que supo respetar los derechos de todos, supo servirles a sus amigas y amigos, sin embargo, nunca puso precio a sus servicios habiendo podido ser cuanto quisiese y aspirar cuanto desease. Y como supo ser leal consigo mismo y con sus amistades, el respeto social la acompañó doquiera a todo lo largo de una peregrinación sin desmayo y sin desvío que pregona su integridad sin mancha. 

Nación en un medio humildísimo, en hogar formado por Jacob Luque García y Sacramento Arias,  creció estrechamente entre pobreza y privaciones, vivido en íntimo contacto con la escasez y el desamparo, sin embargo,  en su vivir de ciudadana tiene mucho que aprender la juventud presente y la futura, su vida hogareña fue un pulido espejo de pulcritud y de diafanidad. Supo criar a sus hijos con el mismo fervor que el alcatraz, que se dedica a alimentar a sus polluelos  con lo mejor de su sangre.

 A sus ochenta y nueve años, el 7 de noviembre del 2018, se ausentó de este mundo, sin dejar sentir en un poster abrazo el noble palpitar de su gran corazón, sin que su mano leal, que condujo tantas veces el voluble corcel de la fortuna, nos trasmitiera el último latido de la vida, en pulsaciones febriles y robustas.

Su sangre pura circula hoy en las venas  sus hijos Ruth María y Horacio, en sus nietos Miguel Ángel, Luis Gabriel, Rafael Enrique, Reyes Escobar, María del Pilar, María Carolina Escobar Hernández y su bisnieta Verónica Reyes.

Con la muerte de Carola, sus amigas, amigos y familiares sienten hoy que de su árbol genealógico se ha cortado el racimo más cargado de mieles. La anciana madre ha llegado a su término, ha escuchado el llamado de Dios. A mí solo me resta decir: Carola, te marcharte de este mundo, porque los grandes seres como tú, también tienen derecho al reposo y a la tranquilidad. Ruega por ella. ¡Padre Nuestro que estás en el cielo¡.  





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