¿Resistencia o docilidad?

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Cada vez que nosotros rezamos el Padre Nuestro decimos: "Venga a nosotros tu reino". Esta tiene que ser una petición sentida, debe salir de lo más profundo del corazón cristiano; pero junto con esta petición, debemos tener también la disponibilidad para acoger ese reino como Dios tenga dispuesto que venga.

 Padre Mario RafaelGonzález García

Dios sabe más que nosotros, dice el libro de Job: "Con Dios están la sabiduría y el poder, a Él pertenecen el consejo y la inteligencia". Por más geniales que parezcan nuestras iniciativas, el proyecto de Dios las superará con creces, por eso es importante que nosotros como cristianos tomemos la decisión de acoger con docilidad el proyecto de Dios en nuestras vidas, como lo dice el profeta Isaías: "Yo no me resistí ni me eché atrás, sabiendo que no quedaría defraudado".

El acoger con docilidad el plan de Dios en nuestras vidas es garantía de éxito. De lo contrario, nos podemos equivocar, podemos terminar poniendo resistencia al proyecto de Dios, como le sucedió a Pedro, quien quedó ciego por el destello de sabiduría que acaba de tener ante la pregunta del Maestro: "Tú eres el mesías"... Su humanidad se irritó y toda la sabiduría que había en su corazón, y toda la armonía que había sembrado Cristo en su ser, se ocultó, y comenzó a pensar como los hombres y no como Dios, entonces se opuso al plan de Dios. Pedro perdió de vista que el gran cometido de su existencia era seguir a Jesús y comenzó a pensar que Jesús le debía seguir a él. ¡Qué necedad! Nos puede parecer ridículo, pero tantas veces nosotros también actuamos así, pretendemos enseñar a Dios a ser Dios.

Nuestra actitud ante el proyecto de Dios en la historia de la salvación, en nuestras propias vidas, debe ser siempre la de la docilidad, nunca la de la resistencia. Debemos con ello entender que todo lo que Dios permite, lo permite para nuestro bien, todo es para el bien de aquellos a quienes Dios ama. Tantas cosas no las entenderemos, tantas otras nos costará mucho esfuerzo entenderlas.

Con confianza y con docilidad, abandonándonos en las manos de Dios, nuestro padre bueno, no quedaremos defraudados, sus planes y sus proyectos son completos, perfectos y superan todas nuestras posibilidades. La Santísima Virgen María, supo esperar, se abandonó en Dios y no quedó defraudada. Que esa sea nuestra disposición frente al plan de Dios, la de un alma dócil.

Que venga a nosotros tu reino, como tú quieras, cuando tú quieras, donde tú quieras, esa es la razón de nuestro gozo: "Tú reino"; lo demás está en tus manos... Confiemos así y tendremos una vida buena.