Corazones cobardes

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La palabra cobarde, etimológicamente, tiene su origen en el francés medieval ‘coart’, y vendría del latín ‘cauda’, que significa cola, y que haría alusión a la cola del perro y del lobo, que la esconden entre las patas cuando sienten miedo.


Por: Padre Mario Rafael González García.

Cuánto católico cobarde hay hoy… Es por ello que considero como providencial el mensaje que la liturgia de la palabra nos presenta para este vigésimo tercer domingo del tiempo ordinario. El Señor, como mandó al profeta Isaías, también nos manda hoy a cada uno de nosotros a anunciarlo a todos los demás, a los católicos cobardes. "Decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará".

Es verdad que estamos teniendo tiempos difíciles, son muchos los escándalos, problemas, denuncias, miserias… Los enemigos de la Iglesia no descansan. Y no es que tenemos delirios de persecución, es verdad, hay muchos enemigos, pero contrario a lo que algunos piensan, los enemigos no están fuera, están dentro...

Los ataques al Papa y a la Iglesia vienen del interior de la Iglesia, del pecado que existe en la Iglesia, de tus pecados y de los míos; como decía el papa Pío XII: "El catolicismo será llevado al calvario no por los enemigos de la Iglesia, sino por los tibios". Por nuestra tibieza, por nuestra falta de decisión y de radicalidad para comprometernos con el llamado que Dios nos hace a la santidad. El Señor nos llama a ser fuertes, a ser valientes y a mirarlo a Él, no debemos bajo ninguna circunstancia apartar nuestra mirada del Señor, de aquel que nos salva.

En el Evangelio nos encontramos con el cumplimiento de las promesas anunciadas por el profeta. Dios cumple lo que promete, ha venido el señor Jesús, Dios se ha encarnado, ha muerto en la cruz, Él ha restaurado nuestras vidas y nos ha salvado y sigue actuando a través de la Iglesia,  no dejemos de mirar a Jesús, Él tiene el poder para liberarnos, como libera al sordomudo del Evangelio. El dedo de Dios que lo ha creado todo, lo restaura todo, lo renueva todo; ese dedo que abre los oídos y el corazón al hombre del Evangelio, está también hoy dispuesto a actuar poderoso en nuestras vidas, en la vida de la Iglesia, a abrir nuestros ojos, nuestros oídos, nuestro entendimiento, a calentar nuestro corazón, a sacarnos de la tibieza con la que cada uno de nosotros ha hecho tanto mal a la Iglesia. Ese dedo poderoso de Dios, ese grito de effetá, hoy quiere también retumbar en nuestros corazones y en el de cada uno de los cristianos católicos del mundo, para ayudarnos a abandonar ese miedo que nos hace retroceder y que no nos permite comprometernos seriamente con nuestro ser de cristianos.

Que tomemos hoy la decisión de dejar actuar la mano de Dios, el dedo de Dios en nuestras vidas, que Él nos renueve, nos restaure, nos transforme y no salve, solo así podremos tener una vida buena.