No todo en ‘Suso, el paspi’ es show: es una víctima, y perdona

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En un conmovedor escrito en su blog, Dany Alejandro Hoyos, su verdadero nombre, destapa el infierno por el que han pasado él y su familia.


Y lo hace en las horas previas al plebiscito refrendatorio de los acuerdos de La Habana entre el Gobierno y las Farc, con un texto que es una verdadera invitación a la reflexión porque él y los suyos fueron víctimas de guerrilla y paramilitares.

El artículo no solo sorprende a los lectores que llegan a él desprevenidos, sino a la misma familia del comediante, pues lo primero que hace es pedirle perdón “por revelar intimidades y por revivir un dolor que ya tal vez haya sido olvidado”.

Confiesa que cuenta esas intimidades porque necesita “exorcizar el dolor, promover la paz”, y dice que solo tiene dos formas de hacerlo: a través del humor y escribiendo. “Esta vez elegí la segunda”, dice.

Empieza por remontarse a su pasado, en Ituango (Antioquia), municipio duramente golpeado por el conflicto armado, en donde sufrió las muertes de personas muy cercanas, como don Alfredo, un amigo de su abuelo, a manos de paramilitares; y la de John, un amigo suyo reclutado por la guerrilla, pero que se les voló y lo mataron.

El miedo toca a su casa

Más adelante, en el 2010 —continúa Hoyos en su relato—, las cosas cambiaron, y él y su familia pasaron a ser el centro de la acción de los violentos.

“Sonó el teléfono y un amigo [...] me dice: ‘Dany te van a secuestrar’. Me puse pálido. ¿Cómo así? ‘Sí, hay una gente que te tiene vigilado desde hace días’. No se imaginan mi susto”, sigue el humorista, y agrega, en un hecho paradójico difícil de imaginar, que él, el personaje más famoso de humor en Colombia en ese momento, comenzó a tener escoltas.

“Andaba con chaleco antibalas. No lo creía. Un país que amenaza a un humorista es un mal chiste —agrega Hoyos—. Pasado un mes, recibí otra llamada de mi amigo. ‘Parce ahora no van por vos, ya tenés seguridad. Van por tu mamá o tu hermana’. Ahí me quise morir”.

En este punto, el relato cobra más dramatismo: “Mi dolor era tan grande, por culpa de mi carrera y de las cosas que decía en televisión, mi familia estaba en peligro. Los violentos no tienen sentido del humor. Con lágrimas en los ojos les dije a mi mamá y a mi hermana todo lo que estaba pasando. Los tres nos sentamos a llorar. Mi mamá toda linda me decía: Mijo no llore que usted no tiene la culpa, este es el país en el que nos tocó vivir”.

“Y sí, nos tocó irnos del barrio a las seis de la mañana, como unos delincuentes, huyendo de la casa que yo le había construido a mi mamá, una casa que me soñaba desde chiquito —dice el humorista—. Lloro recordando esa noche, porque no dejaba de sentirme culpable por lo que estaba pasando”.

El peligro finalmente pasó, pero, por muchos años, Hoyos no pudo volver a Ituango a visitar a sus familiares, ni a los barrios sin la policía al lado. “Le pido a Dios todas las noches que por favor cuide a mi familia. Que nadie les haga daño. Me ofrecieron irme del país. No quise. Me ofrecieron irme de Medellín. No quise. Después de eso, me han hecho dos llamadas a amenazarme de muerte. De eso hace ya tres años. La vida es más tranquila ahora”, cuenta.

En el remate de su escrito, Hoyos, se refiere al perdón y deja unas frases que ponen a pensar. “Hoy después de muchos años puedo decir que los perdono. Me cansé de odiar. Me cansé de tener rencor [...] El que odia es el que sufre. Por eso, he tratado cada día de entender por qué pasan esas cosas y cómo cada vez entiendo más la conducta humana; los perdono. A todos los que nos han hecho tanto daño a mí y a mi familia. A esos, que sin saberlo llenaron mi vida de miedo. Sean paras, guerrilla, milicias, lo que sea. Son representantes de las armas que han acabado la vida de tantos”.




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