En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos a Judea. Permaneció allí con ellos y bautizaba.
Juan seguía bautizando en Enón, cerca de Salim, porque había mucha agua en ese lugar y la gente acudía para hacerse bautizar.
Juan no había sido encarcelado todavía.
Se originó entonces una discusión entre los discípulos de Juan y un judío, acerca de la purificación.
Fueron a buscar a Juan y le dijeron: "Maestro, el que estaba contigo al otro lado del Jordán y del que tú has dado testimonio, también bautiza y todos acuden a él".
Juan respondió: "Nadie puede atribuirse nada que no haya recibido del cielo.
Ustedes mismos son testigos de que he dicho: 'Yo no soy el Mesías, pero he sido enviado delante de él'.
En las bodas, el que se casa es el esposo; pero el amigo del esposo, que está allí y lo escucha, se llena de alegría al oír su voz. Por eso mi gozo es ahora perfecto.
Es necesario que él crezca y que yo disminuya.
Reflexión: Hoy, cuando finalizamos esta semana y, prácticamente, el tiempo de Navidad, no dejemos pasar la oportunidad para pensar en esta cuestión: ¿en qué debemos menguar para ser verdaderos instrumentos del Reino?