En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?
Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Reflexión: Es justo la invitación que Jesús nos hace en el Evangelio: amar a nuestros enemigos consiste en no desear el mal, sino en orar por ellos y buscar su conversión, en ponerlos en manos de Dios para que en su misericordia, su amor y su perdón se compadezca de ellos, y así cumplimos su Voluntad y su Plan de salvación