En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña.
Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa.
Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.
Reflexión: El Evangelio presenta en boca de Jesús la sal y la luz como elementos con los cuales nos debemos identificar los discípulos del Señor: sal para dar sabor a la vida brindando esperanza a quienes reciben el mensaje que hemos de dar; y luz para alumbrar a quienes viven en medio de la oscuridad del pecado y las tinieblas de la muerte.