En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: “¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.
Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes.
Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios”.
Reflexión: De nada sirve que digamos amar y seguir a Jesús y a la Iglesia si con nuestras palabras y obras demostramos lo contrario; debemos ser como los Macabeos, firmes en la fe, para que al vernos el Señor no llore, sino que se alegre profundamente.
