Los wayuu harán respetar su soberanía

La Guajira
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Por. Mario Ibarra Monroy

Enviado Especial - Paraguachòn

Un niño de la etnia Wayuu atiende con audacia la primera venta de frutas y verduras de Colombia a menos de un metro de territorio venezolano.

Apenas empieza a despuntar la mañana y ya se lamenta de la baja en los clientes. Quien lo acompaña, su hermano mayor, no ve problema en acabar durante el resto del día con los plátanos, patillas, naranjas, zapotes y mangos, que entre otros productos ofrecen a los esporádicos transeúntes que acercan.

Como tratando de adivinar, le pregunte de dónde provenían los comestibles y con regocijo el pequeño respondió que de Mercasur, uno de los tantos mercados populares de Maracaibo, en donde cientos de personas hacen incómodas filas para tan siquiera comprar comida.

"Allá los productos no es que estén escasos, sino que son muy caros", dijo con ingenuidad pero con firmeza el niño, mientras era escuchado por el otro joven.

La libra de fresas la negocia en 1.500 pesos, cuando la consigue en tan sólo en unos 650 pesos al cambio en bolívares.

"Eso de la frontera nunca lo van a cerrar acá, afirma el mayor de los vendedores". Un conductor de un  Caprice Chevrolet 1981, se devuelve de su recorrido y entra en la conversación: "Si le llegan a cerrar la frontera a los wayuu aquí correrá sangre, eso nunca pasará".

No saben cuántos wayuu se benefician del comercio, pero lo redondean a unísono en una palabra: " Un 'verguero' de paisanos".

El anunció desafiante hecho en días pasados por el presidente de Asamblea nacional, Diosdado Cabello, en el que afirmó: "Ahora vamos por Maicao",  no atemoriza al grueso de la población guajira que subsiste de todo el comercio legal o ilegal con Venezuela.

Un fotógrafo retratista, ofrece sus servicios a los que entran y salen de Colombia, viene de Maracaibo y dice que la ciudad amaneció con mucha comida en los supermercados desde que Maduro cerró la frontera, algo que lo alegra por su familia.

"Apareció la leche, la harina, el arroz, la pasta dental, el suavizante, desde que trancó por Táchira apareció mucha mercancía", afirmó el hombre a quienes sus vecinos vendedores lo tildaban de mentiroso.

Está en Colombia por lo que obtiene unos ingresos que lo compara con un simple ejemplo: "Tú con 400 bolívares en Colombia te comes un juguito y una empanada, allá te alcanza para un buen almuerzo y me queda el pasaje para irme a casa", señala sin temor a equivocarse.

"Por acá no se cierra la frontera porque se respeta más. El wayuu tiene sus leyes y hay que acatarlas", reafirmó el fotógrafo.

Uno de los puntos más críticos para el gobierno colombiano es la campeante actividad del contrabando de combustible, que sin ningún rigor de las autoridades coexiste con el resto del comercio en territorio guajiro.

Aunque el negocio del combustible marcha sobre ruedas, a 'Don Ramón', como el personaje mexicano, le preocupa más los acuerdos futuros entre mandatarios, que un cierre eventual del paso hacia las naciones.

"Igual si cierran la frontera lo que hay es trocha (risas)", predice en su sarcasmo desafiante este personaje cuyo nombre de pila es Ángel Escorcia.

Un cambista, que pertenece a esa raza de banqueros ambulantes que rigen el destino del mercado financiero binacional sobre una silla plástica y contando fajos de 'bolos' sin temeridad en una mesa vieja,  ante la percepción del cierre de frontera con desparpajo responde: " Nada, y quien dijo eso!".

En su entender hay una autoridad dominante a la que Maduro tiene que respetar y son los Wayuu. " Esto es La Guajira, no es por allá donde él hace y comete barbarie a la gente ",  afirma con algo de indignación, mientras cuenta miles y miles de bolívares en billetes de baja denominación, una exigencia del gobierno del vecino país, para evitar la circulación de billetes 'gruesos', que puedan afectar la mancillada tasa inflacionaria venezolana.

María José Paz Epiayú, autoridad indígena de la comunidad wayuu sabe que su etnia no tiene fronteras y que ese simple hecho es motivo suficiente para que no cierren la línea divisoria entre ambas naciones.

"No la puede cerrar, nosotros hemos vivido siempre de Venezuela. Una vez lo hizo y los paisanos protestaron", comentó

Recordó la lideresa los viejos tiempos en que se contrabandeaba: "Hace 50 años era peor, los guardias nos quitaban todo cuando nos cogían, ahora los propios guardias cobran", dijo como justificación a la imposibilidad de erradicar el contrabando.

Los 'peloamarillo', los verdaderos culpables

Si hay que señalar a los que realmente contrabandean y se llevan la comida de Venezuela para los guajiros tienen un nombre común: los 'peloamarillo', venezolanos que desesperados por su situación económica acuden a vender a módicos precios productos de la canasta familiar, los cuales en cualquier ciudad de su país estarían dispuestos a lo que sea para obtenerlos. En tan sólo una céntrica calle de Maicao, hordas procedentes del centro de Venezuela (Caracas, Barquisimeto, Maracay o Valencia), tiran al suelo como solían los mercaderes persas cremas dentales, leche en polvo, máquinas de afeitar, artesanías, papel higiénico, queso para untar, y un sinfin de productos, la gran mayoría de primera necesidad, que sin duda son el gran dolor de cabeza en las familias venezolanas que no lo hallan en las vacías estanterías de sus centros comerciales.

"Son mala competencia porque están haciendo daño a uno mismo que vive aca, vendiendo más barato que nosotros que manejamos el negocio", declara la matrona Paz Epiayu.

Ella aconseja a Nicolás Maduro que primero debe controlar el contrabando allá, porque los mismos venezolanos son los primeros contrabandistas.

 





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