El viacrucis que deben vivir a diario los conductores de automóviles, cuando se desplazan por las pocas y estrechas calles del Mercado Público de Santa Marta es increíble. Además de sacarle el quite a los vendedores ambulantes que ocupan la vía, tienen que sacarle el quite a los otros automóviles que abusan de la ausencia de la autoridad respectiva para hacer de las suyas.