La defensa de lo público

Editorial
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La defensa de lo público es la mayor responsabilidad de todo ciudadano. En el caso de Santa Marta es esencial para aprovechar las ventajas comparativas naturales de la región, por lo que sin lugar a dudas, debería ser un polo importante de desarrollo turístico y fuente de empleo y bienestar para toda la comunidad. Por esta razón, duele observar la indolencia de sus estamentos directivos y pudientes, quienes refugiados en sus respectivos despachos y residencias, se dedican a mirar con indiferencia lo que ocurre tanto a su alrededor, como en las calles por las que transitan dentro y fuera de la ciudad.

Pareciera que la consigna fuera no actuar frente a las violaciones al espacio público que padecen las playas y calles de Santa Marta, invadidas de forma irresponsable por puestos de fritanga y servicios informales para atender a un turismo numeroso pero precario y sobre todo, falto de cultura y orientación ciudadana, que solo deja pesares en bolsas de plástico; latas de cerveza y en bolitas de icopor, cuando la ciudad debería ser reconocida como un punto de convergencia, de interés internacional. ¿Qué hacer?

Es urgente defender todos los espacios públicos en todo el Distrito Turístico y el Municipio. La Dirección Marítima y Portuaria, la Administración Municipal, la Policía Nacional y, en general, todas las autoridades, deben organizarse y hacer cumplir las normas. Nadie tiene por qué invadir el espacio ajeno. Lo público es de todos, pero nadie puede disponer de él en forma indebida. El liderazgo le corresponde al Alcalde, pero las entidades del orden Nacional vinculadas al tema,deben participar en el proceso necesario de recuperación, con causa penal para los violadores de la ley, pues es bien sabido que sin orden, no hay libertad.

Un segundo paso, que también debe liderar la Alcaldía, es impulsar una pedagogía de lo público, con participación del sector empresarial y de sus gremios, en especial la Cámara de Comercio de Santa Marta y del sistema educativo público y privado, porque si la comunidad samaria, no entiende desde pequeña, la importancia de la limpieza del mar como fuente importante de sus recursos alimenticios y el Estado no cuida de lo público, la invasión de puestos y puesticos de fritos, de carpas y sillas rimax, y de toda clase de cachivaches, con su consecuente basura y restos incorporados, no se podrá detener. La basura en las playas y en el mar es vergonzosa, pero denunciarla no basta.

En tercer lugar y ante la visibilidad de la pobreza y de la informalidad laboral de un alto porcentaje de samarios y de desplazados a la ciudad y a sus playas de otras regiones del país, es importante la inversión pública en la promoción de la educación selectiva de mujeres y hombres, en materias necesarias para la solución de las necesidades de la ciudad y que las autoridades competentes, se apropien de la limpieza del espacio público y construyan lugares en los que los dueños de los puestos y puesticos, puedan ofrecer sus productos en forma organizada e higiénica. Esto no puede ser una utopía, si se tiene en cuenta que el recaudo de impuestos prediales, de renta, turísticos y de valorización que reciben las arcas del Distrito Turístico, no es despreciable.

No falta dinero, lo que falta es que el gobierno municipal y las familias tradicionales y no tradicionales que gozan de influencia social, política y económica, lideren de consuno un proyecto cívico que propenda por un cambio, que luche por la educación y que combata la indiferencia generalizada, con la ayuda eso sí, de funcionarios capacitados y que tengan claridad acerca de los objetivos que se persiguen. Hoy en día, un policía no está preparado, para hacer correr de la orilla del mar a los cortadores, pesadores y vendedores de pescado, ni para explicarle a los niños, los desastres ambientales que puede producir, flotar en un pedazo de icopor cuyas bolitas blancas esparcidas por la playa dan la sensación de nieve en el trópico y dentro del mar, son un veneno para los peces.

Finalmente, es preciso diseñar y poner en marcha una estrategia de desarrollo integral sobre las bases que la naturaleza le dio a la ciudad, y a partir de las ventajas comparativas se lleve a cabo una verdadera transformación, con asignación de responsabilidades claras.

No se puede esperar que quienes prestan el servicio de acueducto hagan la inversión para mejorar el servicio de acueducto, pero sí es cierto que se beneficiarán tanto ellos como toda la ciudadanía de congresos y convenciones todo el año, que hagan rentable la inversión para quien la haga, sea la ciudad, sea la Nación, sean improbables inversionistas de riesgo, y así nivelar el consumo a lo largo del año, en vez de tener solo dos períodos breves, cuyas necesidades no justifican desde el punto de vista financiero la infraestructura requerida por la atención al turismo de temporada.

Por supuesto, Santa Marta no debe limitarse a aprovechar su vocación para el turismo. Es muy buen sitio para vivir, y podría impulsar subsectores de tecnología y servicios, con empleo para personas muy calificadas. Eso requiere como se dijo antes, inversión complementaria en educación, para ofrecer mano de obra muy calificada. Cada cosa tiene su momento, y Santa Marta podría ser la ciudad más próspera de Colombia.

El punto de partida evidente es la defensa de lo público. El Alcalde y quien lo suceda tienen la palabra. Estamos a su servicio para lo que nuestra modesta experiencia pueda aportar, y muchas otras personas de la comunidad están en igual disposición. No se debe dejar que el espacio público se invada, ni echar por la borda oportunidades cuyo aprovechamiento beneficia a todos.