Estados Unidos y Cuba

Editorial
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Después de 53 años de hostilidades entre Estados Unidos y Cuba, el momento para resarcirse era perfecto para ambos gobiernos. El hito en las relaciones cubano-estadounidenses vino acompañado de la liberación del ciudadano estadounidense Alan Gross y de un espía estadounidense no identificado, así como de la liberación de tres espías cubanos. Los añejos enemigos anunciaron que tomarían medidas para reanudar relaciones diplomáticas, y Washington dijo que levantaría restricciones económicas y de viaje.

El mundo entero se conmocionó y recibió con buen talante la noticia del restablecimiento de las relacione diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, y espera que de verdad este anuncio se extienda en todo sentido.
Las sorpresivas medidas se dan cuando el presidente Barack Obama centra su atención en lo que será su legado, mientras que Raúl Castro trata de mejorar las condiciones económicas de su nación ante el estancamiento de reformas y la caída del precio del petróleo, que ha afectado con fuerza a sus aliados.

Esto promete ser el cambio más grande en las relaciones en 50 años, que examina los cambios económicos y sociales que Castro ha instituido desde que sucedió a su hermano Fidel en el poder en 2006 y que más bien son el resultado de una política equivocada y desgastada y una necesidad de reactivación de la economía del pueblo cubano, para que los Castro puedan seguir en el poder,

Esos cambios han permitido a los cubanos comprar y vender propiedades, comprar autos, viajar al extranjero sin necesitar autorización, abrir sus propios negocios y contratar empleados; pero las reformas no han tenido mucho éxito debido a la falta de dinero de los cubanos.

La moribunda economía de Cuba creció sólo 1,4% este año, de acuerdo con los propios cálculos del gobierno, y muchas empresas privadas que abrieron a bombo y platillo en el último par de años han cerrado. Una reciente ley de inversión extranjera no ha atraído mucho capital.

En tanto, el espectacular desplome de los precios del crudo ha causado estragos en el principal benefactor de Cuba: Venezuela, que provee a la isla con unos 3.000 millones de dólares al año en crudo subsidiado. Otro aliado clave, Rusia, también atraviesa problemas económicos.

Si miramos al mundo, Cuba tiene una urgente necesidad de recursos económicos, de divisas. Rusia enfrenta sanciones. Irán enfrenta sanciones, los chinos son empresarios muy prácticos; así que quieren abrir el grifo de nuevas divisas, y Estados Unidos es el primero en la lista.

Los cubanos reciben unos 2.000 millones de dólares en remesas de Estados Unidos cada año, una cifra que muy probablemente subirá debido a alivio de restricciones económicas. Un incremento en el número de estadounidenses que viajen a la isla, y nuevos cupos que les permitirán traer más de los famosos habanos y del ron cubano, también serán bienvenidos.

Otra razón para la apertura de Cuba podría ser más personal. Raúl tiene 83 años, y Fidel, 88, y ambos están bien conscientes de que no les queda mucho tiempo más para supervisar la revolución que dirigieron en 1959. El presidente Castro ha dicho que pretende renunciar en 2018 y que quiere dejar al país bien encaminado a un sistema reformado, bajo sus propios términos.

Castro podría enfrentar oposición del sector más conservador, pero que tiene la influencia política para lidiar con cualquier disidencia, algo que su sucesor podría no tener. Para Obama, el momento también resulta propicio. El anuncio, que fue inmediatamente criticado por legisladores cubano-estadounidenses en ambos lados del espectro político, se hizo el día después que el Congreso concluyó su periodo de sesiones, y antes de que los republicanos tomaran el control de ambas cámaras en enero.

Desde la derrota de los demócratas en las elecciones legislativas de noviembre, Obama se ha embarcado en una misión para demostrar que no se quedará con los brazos cruzados en los últimos momentos de su mandato, y ha usado su poder ejecutivo para hacer cambios de política migratoria y ambiental, además de anunciar un acuerdo con China sobre combate al cambio climático.

Los analistas dicen que las actuales negociaciones podrían llevar a una reunión personal entre Obama y Castros en la Cumbre de las Américas a realizarse en Panamá en abril, a la que Cuba fue invitada por primera vez.

Aun así, diversos obstáculos se interponen en la normalización de relaciones cuyos lazos diplomáticos completos se rompieron en 1961. Washington aún prohíbe el turismo de estadounidenses a Cuba, y el gobierno de Obama no puede levantar el embargo comercial sin aprobación del Congreso, algo que resulta improbable mientras haya un Castro en el gobierno de La Habana. Cualquier acuerdo final muy probablemente necesitará contemplar compensación para los exiliados cubanos que perdieron propiedades cuando huyeron de su patria hace décadas.

Por su parte, Castro ha dejado claro que su país sigue comprometido a los ideales comunistas de la revolución, lo que significa que una democracia multipartidistas, la libertad de prensa y el sistema capitalista no son posibilidades reales en el corto plazo. Y aunque los lazos comerciales podrían fortalecerse, Obama no estará cortando listones en algún McDonald's o Starbucks en Cuba en el futuro cercano.