El trabajo: fuente de desigualdad

Editorial
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Cada día se repite con más frecuencia que América Latina, a pesar de haber bajado la pobreza y la indigencia, sigue siendo la Región más desigual del planeta. Lo acaba de ratificar en Chile, en una reunión sobre América Latina, la Directora del Fondo Monetario Internacional. Lo grave es que Colombia no es la excepción sino que tiene una distribución de ingreso que figura entre las peores de la región. Es decir, somos de los más desiguales entre los desiguales.
Por fortuna, el tema, por lo menos, aparece cada vez más en los discursos del Gobierno colombiano, aunque poco se encuentra en los debates de los empresarios.
Cuando se trata de adentrarse a las causas de por qué se ha vuelto tan difícil reducir las brechas de ingresos -para no hablar de las brechas de riqueza, que son peores-, se mira al sector educativo. En particular, se señala la mala calidad de la educación que reciben no solo los pobres sino las clases medias que envían a sus hijos a colegios privados que no siempre garantizan un buen nivel. Se plantea este como uno de los problemas estructurales que llevan a la desigualdad.
Sin embargo, un estudio reciente lanzado por Fescol titulado "La Precariedad Laboral en Colombia: Crónicas y Reportajes", abre un debate que estaba en mora de ser planteado en este país con tanta crudeza. Sus editores, Fescol y la Escuela Laboral Sindical, presentan este trabajo que profundiza algo que se sabe en el país pero que se oculta frente a las simples cifras del desempleo abierto. Como este indicador está en un dígito, todo el está mundo feliz sin mirar en detalle la tragedia humana, el freno al crecimiento de la economía y su profunda contribución a la imposibilidad de reducir las desigualdades de este país.
La presentación la hace Daniel Hawkins, Director del área de Investigación de la Escuela Nacional Sindical y en su texto plantea la precariedad laboral colombiana en el Siglo XXI. Tal vez su conclusión más importante es que, no obstante el descenso en la tasa de desempleo en los últimos años, "(…) el problema de la precariedad del empleo y el enorme déficit de trabajo decente no muestran ninguna tendencia a la baja". Afirma que, por el contrario, "(…) la generación de empleo se ha realizado, principalmente, por medio de empleos temporales entre las empresas de servicios temporales y otras formas 'creativas' de intermediación laboral, con alta inestabilidad y bajos ingresos, y empleos informales en que los trabajadores trabajan sin contrato, sin acceso al sistema de seguridad social y sin la posibilidad de velar por sus derechos laborales básicos". No es este el panorama laboral que presenta el Gobierno y algunos gremios de la producción.
Sin entrar en esta discusión, lo que debe señalarse es que este trabajo presenta una serie de crónicas y reportajes, realizados fundamentalmente en Medellín -sin duda la ciudad de mostrar en Colombia-, que visibilizan cómo funcionan los llamados oficios del rebusque en medio de la mayor precariedad posible. Asimismo, muestra cómo aun en actividades reguladas por la Ley, el Código Laboral se ignora por parte de los patronos, personas o entidades, sin que nada pase.
De esta mirada de casos, surge la inquietud de cuánto contribuye esta precariedad laboral -de por lo menos la mitad de los trabajadores del país-, a la profunda desigualdad que sigue imperando. Y además, nace la pregunta que para muchos no es obvia, de cuánto cuesta en términos de crecimiento económico esta profunda informalidad. Llegó la hora de volver la mirada sobre algo que se ha tomado de manera olímpica. Más aún, es necesario establecer responsabilidades, porque el Estado colombiano ha pecado por complaciente, cuando no por promotor del trabajo informal, siguiendo el credo de la necesidad de la flexibilidad laboral. Es hora de que Colombia mire hasta dónde el mercado de trabajo es una causa fundamental de nuestra desigualdad.