¿Herencia o desmesura?

Editorial
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Hace ya varios años nos traen con el cuento de que la denominada 'alborada navideña', en Medellín, es una herencia mafiosa iniciada por los paramilitares en su etapa de desmovilización. Alguna ONG asegura que inició en 2003 por orden de 'Don Berna', y hasta hay mentes calenturientas que le dan cabida a nuevas especulaciones, como esa de que se trataría de la celebración del cumpleaños de Pablo Escobar.

Pura paja. La tal alborada es tan vieja como la tradición de celebrar, con música, pólvora, trago y comida, las fiestas en Antioquia. Fiestas patronales, decembrinas o de otra índole. Lanzar una descarga de pólvora, como bienvenida a la Navidad, era una costumbre en muchas familias, aunque la popularización del asunto sí es reciente.

Hacia mediados de los noventa, en los municipios del sur del Valle de Aburrá (Envigado, Itagüí, Sabaneta, La Estrella y Caldas) se empezó a notar un incremento en el uso de pólvora durante la víspera de diciembre.

Trascendió que muchos polvoreros de tradición la regalaban para impulsar las ventas que, de tiempo atrás, andaban de capa caída. Claro que eso no los salvó, prácticamente desaparecieron, y hoy lo que explota por todas partes es, en su mayoría, pirotecnia importada o de contrabando, en medio de lo que sí puede catalogarse de herencia mafiosa: la desmesura.

¿Alguien recuerda las papeletas de los años setenta? Eran un envoltorio de papel en forma triangular de apenas dos o tres centímetros en su lado más largo. Adentro tendrían tres o cuatro gramos de pólvora, a lo sumo. ¿Han visto las papeletas de hoy? Las hay del tamaño de un cuaderno, con suficiente pólvora para botarle la mano a cualquiera.

Algo similar sucede con los bellísimos globos de papel seda. En los setenta, la mayoría de globos no tenían más de seis u ocho pliegos, y la mecha, del tamaño de una pelota de golf, apenas se medio empapaba de petróleo para que el globo se apagara, tras unas pocas horas de vuelo.

Los globos de hoy son gigantes y las mechas, ahítas de gasolina y del tamaño de un balón de fútbol, caen prendidas con grave riesgo de incendio. Incluso, a muchos globos gigantes les cuelgan artefactos pirotécnicos que van estallando mientras el aerostato se eleva.

No vamos a defender estas actividades, mucho menos la pólvora detonante, que debería ser sustituida por pólvora luminosa.

Pero estamos borrando las tradiciones y la identidad de la gente con señalamientos absurdos. Es curioso, además, que mientras avanzan las campañas para legalizar las drogas ilícitas, se prohíban actividades como estas que antaño eran sanas y se practicaban con responsabilidad.

Ya se está sugiriendo por ahí que las personas no tengan alumbrados navideños en sus casas y se insinúan cosas como que el chicharrón es más perjudicial que la marihuana, adefesio con el que inicia su camino hacia la prohibición. Sin duda, también terminarán proscritos los buñuelos y la natilla, así como está terminando desterrada la tradición taurina y como los enemigos del carro quieren imponer la bicicleta en estas lomas que parecen el Alpe d'Huez.

En el país ocurren muchísimos más incendios por veladoras (¿también las van a prohibir?) que por pólvora y hay más quemados por líquidos calientes (60%) que por la misma pólvora (4%). El resto, según registros del Hospital San Vicente Fundación, son víctimas de quemaduras de llama (30%) y de electricidad (10%). Luego, ¿no estamos exagerando?

Además, globos no es que elevemos muchos. En China, Tailandia, México y otros países hay festividades en las que se elevan cientos de globos incandescentes (llamados globos chinos, linternas chinas, globos de los deseos, luciérnagas de papel, globos de Cantoya, etc.) que inundan el cielo y no generan mayores problemas. ¿No será este otro de esos casos en que es mejor adiestrar para el buen uso (educar para la mesura) en lugar de prohibirlo todo?