Un café envenenado

Editorial
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Para desempantanar su proceso de "paz", Santos le está apostando de forma insistente a la estrategia de señalar que Uribe también quiso hacer la paz con las Farc, pero agregándole un elemento que inicialmente hizo falta para darle más fuerza al asunto: que Uribe dizque ofreció concesiones más generosas que las suyas, lo cual sería prueba de que su oposición es "irracional" y carente de autoridad moral.
Sin embargo, el motivo por el que se le dedica tanta energía a esta estrategia no es claro. Si las negociaciones marchan tan bien, si la firma de la paz está tan cerca y si todo es tan transparente como se deduce de esas 60 farragosas páginas a las que casi nadie ha sido capaz de meterles el diente, ¿por qué se preocupan tanto por lo que el expresidente Uribe opine? ¿Creen que la desconfianza de los colombianos en ese proceso se basa en las denuncias del hoy senador? ¿O es, simplemente, que Uribe sí tiene razón y por eso es preciso silenciarlo?
Todo lo que sucedió la semana anterior, deja mucho qué pensar. Al tiempo que el Centro Democrático hacía público un demoledor documento, que cayó muy mal en Palacio, titulado Las 52 capitulaciones de Santos en La Habana (que ya van en 68), críticos acérrimos de Uribe cambiaron sus habituales diatribas por ensalzamientos, ponderaciones y hasta oficiosas intervenciones en su defensa. Primero, Mockus salió a la palestra para anunciar la necesidad de una reunión entre Santos y Uribe. Luego, Álvaro Leyva elogió las actuaciones pasadas del expresidente, acusó a Santos de haber saboteado un intercambio humanitario en 2006 y argumentó que la paz sin Uribe sería imposible. Y, finalmente, la senadora Claudia López criticó la emboscada que le hicieron a Uribe en el Senado: "Flaco favor a la paz le hace la Unidad Nacional, que por la mañana invita a Uribe a dialogar y por la tarde lo insulta a mansalva en debate improvisado".
Y es que, paradójicamente, Santos había invitado al senador Uribe, horas antes, dizque a dialogar sobre el proceso alrededor de un tinto. Una invitación inverosímil porque el Presidente venía de llamar a Uribe mentiroso y de gritar a todo pulmón que no iba a permitir que se opusieran a su "paz". ¿Una advertencia de cárcel para los opositores, y sobre todo para Álvaro Uribe?
De hecho, la posible judicialización del expresidente Uribe es un tema que se viene ventilando con inusitada frecuencia. Para no ir muy lejos, el senador Juan Manuel Galán le pidió a la Fiscalía que proceda a judicializar las conductas de Uribe por divulgar que el Gobierno había sacado terroristas como 'Pacho Chino' hacia La Habana. Un anuncio que en nada expone secretos de inteligencia y que se iba a saber más temprano que tarde. ¿O es que si lo divulga un medio es una chiva, pero si lo hace el senador es un delito? ¡No faltaba más! Por eso, nada de raro tendría el rumor de que al ministro Pinzón lo mandaron a develar el viaje de 'Timochenko' a La Habana para evitar un escándalo de marca mayor al ser Uribe el que lo destapara.
Precisamente, 'Timochenko' le ha pedido a Santos "aislar las posiciones extremas del uribismo", lo que suena a censura y a judicialización, a lo que se ha venido a sumar la dictadura de Venezuela al incriminar a Uribe en el asesinato del diputado chavista Robert Serra. Ni a Santos -con su Fiscal de bolsillo- ni a Maduro se le hará difícil armar un proceso lapidario con testigos falsos y pruebas amañadas. Ya 'Timoleón' dio la orden y cuando La Habana locuta, causa finita.
Que nadie se llame a engaños. No hay que ilusionarse con la capciosa invitación de Santos, que constituye un desesperado intento por darle legitimidad a su proceso con cualquiera de los lados de la moneda. Si Uribe la acepta -que sabe que no lo hará y por eso lo invitó vía Twitter-, caería el único gran obstáculo de su capitulación que queda en pie, pues el otro, el procurador Ordóñez, ya cayó. Y si no acepta, podrá seguir descalificándolo por 'mezquino y guerrerista', y le echará la culpa cuando fracase su pantomima de paz.
Aprendamos: en Canadá es héroe el que abate a un terrorista. Aquí se dialoga con ellos, y quienes los combaten, van a la cárcel.