Debate presidencial soso

Editorial
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Cuando existen tantos temas fundamentales sobre la realidad presente y futura del país,y sobre cambios en el comportamiento que se puede producir en esta sociedad, resulta que el debate

presidencial actual no podía ser más soso. La campaña empezó e invade medios de comunicación. Los escritos, con paginas enteras llenas de frases de cajón, y la televisión en donde los candidatos se centran en hablar de ellos, sobre su vida, resaltando solo aquellos aspectos que les parecen políticamente correctos. Qué aburrimiento para una sociedad que se enfrenta a la posibilidad de un cambio sustantivo en su realidad: un proceso de paz y no de guerra, como ha sido la triste historia de este país, no solo en los últimos 50 años sino en toda su historia. La paz ha sido la excepción y no la guerra.
Cada vez queda más claro que el problema de la desigualdad de Colombia es realmente vergonzosa. Y se ha hecho evidente, porque finalmente en el mundo se reconoce, gracias a análisis serios, que éste modelo concentra de manera crítica sus beneficios en solo una pequeña parte de privilegiados que cada día son menos, pero más ricos. En estos estudios y declaraciones universales, Colombia queda muy mal. Más aún, las últimas cifras de pobreza permiten poner en blanco y negro una realidad evadida por los economistas ortodoxos y por los dueños del poder que estaban convencidos y trataban de hacer lo mismo con el resto del país, que era suficiente bajar pobreza a través de subsidios focalizados, sin necesidad de meterse a hacer cambios estructurales que quitarían muchos privilegios, como por ejemplo, no pagar los impuestos que les tocan.
Colombia está bajando pobreza, aún en el sector rural, el más marginal de todos. Sin embargo, para el total del país, la altísima concentración de ingresos, porque de propiedad nadie habla, no se mueve una centésima. Pero aún, se dispara el GINI en las ciudades, especialmente en las 13 áreas metropolitanas, mientras se reduce la concentración en las zonas rurales: parece que salen pobres y también algunos ricos. Es decir los super ricos se quedan en las ciudades y parece que abandonan el campo.
Resulta que los candidatos y candidatas a la Presidencia de la República, no han dicho absolutamente nada sobre este tema crucial. Abordar la desigualdad cuando se puede iniciar un proceso de paz es absolutamente crucial para que este esfuerzo sea duradero. El problema es que este profundo cambio en la economía colombiana y en la organización de la sociedad, implica todas esas reformas estructurales que el país, manejado por unos cuantos, ha pospuesto indefinidamente. Se trata de repartir la tierra concentrada peor que el ingreso; lograr la educación pública gratuita de altísimo nivel desde la primera infancia hasta la universidad. Acabar con la informalidad disfrazada de formalidad por unos empresarios que creen que la desigualdad no es problema de ellos. Por eso, los salarios de los ejecutivos llegan a ser 200 porciento del salario más bajo de su organización, y a demás, no les da pena.
Nada se escucha sobre reformas estructurales porque lo que les interesa a los candidatos son las próximas elecciones y no las próximas generaciones, como han dicho desde hace mucho tiempo aquellos que defienden las bondades del ejercicio de la verdadera política y no el remedo que vive hoy Colombia. Más aún,algunos presidenciables reniegan de los partidos cuando son sus candidatos y muchos llaman a sus filas, gente altamente cuestionada por la sociedad colombiana. Lo que les importa son los votos, lo que ignoran es que esta sociedad está saturada de esa clase de politiquería y que nadie cree esas frases de cajón que se repiten siempre. Que debates tan sosos.