El trágico paisaje nacional

Editorial
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En Colombia es tremendamente fácil predecir tragedias, no hay que ser un vidente ni tener conocimientos extraordinarios. Basta con saber que no hay un solo municipio en el que se respeten los márgenes de seguridad en todas sus corrientes de agua y donde no haya ni un solo asentamiento humano en zonas de mediano o alto riesgo.

Con eso es suficiente. Téngase en cuenta que el recurso hídrico es abundante en el país y que las comunidades prefieren instalarse tan cerca como sea posible de las fuentes de agua, no tanto con el fin de acceder al recurso para su consumo sino para disponer de las corrientes como alcantarillas en las cuales poder verter las aguas servidas. Una mortal comodidad.

Pero no son solo los ríos. En el país abundan los municipios con asentamientos en zonas de alto riesgo, bien sea en laderas deleznables o en taludes de alta pendiente.

Ya el riesgo no discrimina entre ricos y pobres; hemos tenido tragedias en barrios subnormales -como la del barrio La Gabriela, en Bello, Antioquia, en 2010- y también en barrios de estrato seis -como en la urbanización Alto Verde, en el barrio El Poblado, en Medellín, en 2008-. Y seguirán sucediendo a medida que las ciudades crezcan porque la expansión hacia áreas seguras es más costosa.

Como si fuera poco, se presentan tragedias por mala construcción de las edificaciones. No se trata solo del caso del edificio Space; en realidad, este -y el de sus edificios hermanos- es un incidente excepcional provocado por la mala práctica profesional de un calculista que hasta entonces era reputado.

El verdadero problema lo constituyen las miles de construcciones informales, carentes de normas antisísmicas, que no soportarían movimientos telúricos de cierta magnitud.

Más de la mitad de las construcciones del país se han levantado sin diseños, sin conocimientos técnicos, sin materiales de calidad. Además, a las casas se les suele adicionar pisos sin tener unas bases adecuadas.

Así que el terreno está abonado, solo es cuestión de tiempo. Muchos expertos aseguran que nuestras principales ciudades sufrirían daños masivos si se presenta un sismo de gran magnitud.

Mientras tanto, hay tres ciudades capitales -además de otros municipios vecinos- que viven otra cuenta regresiva por la situación de alto riesgo en que se encuentran por posible actividad volcánica. Ellos son Ibagué, Manizales y Pasto.

En efecto, se sabe que los volcanes Machín, Nevado del Ruiz y Galeras, respectivamente, son una grave y cierta amenaza para millones de personas sin que nadie mueva un dedo ni se presente la menor protesta.

Cada vez que el Galeras -al parecer el más activo- hace recordar su presencia con la emisión de cenizas, los lugareños saldan las dudas de manera folclórica con el cuento de que nunca ha pasado nada y que eso demuestra que el volcán es inofensivo.

Por otra parte, hay tragedias cuyas causas no son del todo naturales, como las mineras, que constituyen otro capítulo de nunca acabar. No importa si son minas legales o ilegales, o si son de oro, de carbón o de lo que sea. Lo cierto es que, en nuestro medio, las condiciones de explotación son totalmente riesgosas y se violan hasta las más mínimas normas de seguridad.

La única forma de minimizar los riesgos de que ocurran tragedias en las minas -por derrumbes, inundaciones o acumulación de gases (que provocan muertes por asfixia, explosiones e incendios) es la tecnificación. Pero es costosa y nadie está dispuesto a invertir grandes capitales en minas ilegales, como son la mayoría, o en minas de subsistencia, como las de carbón.

El pasado 11 de abril, una creciente del río Tapartó, en el municipio de Andes, vecino de Salgar en el suroeste antioqueño, se llevó ocho viviendas y cinco puentes, pero ninguna vida humana.

Funcionaron las alarmas instaladas luego de que una avalancha similar dejara más de 100 muertos en 1993. Así se habría evitado la tragedia de Salgar, y con otros planes de contingencia y obras de mitigación se pueden salvar miles de vidas cada año.

La prevención es la clave, pero ¿qué puede esperarse cuando ni siquiera se ha logrado reconstruir a Gramalote?