Conmebol: Suspicacias y algunos progresos en medio del caos

Editorial
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La admisión fue tan sincera como asombrosa. Sobre todo viniendo del jefe supremo de una Confederación del Fútbol Sudamericano a menudo criticada por anteponer los intereses económicos a los deportivos.
"Reconozco que en un principio, cuando no sabía aún la gravedad de los hechos, quise la continuidad del partido", admitió esta semana el presidente de la Conmebol Juan Angel Napout al hablar por primera vez del escándalo en torno al partido de la Copa Libertadores entre Boca Juniors y River Plate, suspendido porque los jugadores de River fueron rociados con un químico irritante al salir a la cancha para jugar el segundo tiempo.
Agregó que fue simplemente un deseo y que no hizo ninguna gestión para que el duelo se reanudase. La Conmebol, no obstante, quedó en el ojo de la tormenta porque la decisión de suspender el choque en Buenos Aires se demoró dos horas y porque la sanción impuesta a Boca por la falta de garantías en el estadio "La Bombonera" fue considerada unánimemente como muy leve.
La suspensión del encuentro pareció una medida obvia a todo aquel que siguió las escenas por televisión. Varios jugadores de River se frotaban los ojos irritados y casi no podían ver tras ser blanco de un atentado premeditado, en un incidente jamás visto en el fútbol sudamericano.
Sin embargo, hubo cabildeos inexplicables. "El juez, el veedor, nadie sabía qué hacer, había una desorganización total. Lamentablemente, fue un espectáculo propio de un fútbol subdesarrollado", comentó Edgar Welker, dirigente de Peñarol, a la AP.
Mientras los jugadores de River no podían abrir sus ojos y eran hostilizados desde las tribunas, se oían cantos ofensivos penados y se encendían bengalas prohibidas, el juez del partido dudaba y el veedor de la Conmebol iba y venía hablando por teléfono. Ambos admitieron que querían que River aceptara reiniciar el juego. Los jugadores de Boca se alinearon con ese fin. La cadena Fox Sports, que tiene los derechos de televisación de la confederación, anunciaba que el juego seguiría.
"Lo que ocurrió fue grave, no admite dos opiniones que el partido debía suspenderse porque había jugadores que no estaban en condiciones", dijo a la AP el exárbitro internacional y exdirector de la escuela de árbitros de Uruguay, Ernesto Filippi.
Dos horas tardó en asumirlo el juez argentino Darío Herrera. "Conmebol quería esperar que los jugadores se recuperaran para seguir", afirmó. "Siempre estuvimos en contacto y hablando con el veedor. Fue un trabajo en equipo. Pero el árbitro no suspende en la jurisdicción de la Conmebol".
Sin embargo, el veedor boliviano Roger Bello dijo que la suspensión la debía decidir Herrera. Bello reconoció que ambos instaron a River a que "recuperara" a sus futbolistas para reiniciar el cotejo. "Fuimos a ver a los jugadores y él le dijo al técnico de River que tratase de recuperar a sus jugadores, ya que la idea era continuar el partido siempre y cuando las condiciones estuviesen dadas", manifestó al portal Diez de Bolivia.
Filippi coincidió en que el juez tiene la última palabra respecto a si suspender o no. "Obviamente toma en cuenta la opinión del organizador, pero es decisión suya".
El secretario de Seguridad de Argentina, Sergio Berni, relató que tras esperar dos horas conminó a las autoridades de Conmebol a tomar una decisión en cinco minutos o él mismo daría por concluido el encuentro.
Tras el bochorno en la cancha, la sanción que recibió Boca agravó la sensación de que algunos intereses pesan más que el reglamento.
A Boca se le dio por perdido el clásico, recibió 200.000 dólares de multa y se le impuso jugar cuatro partidos como local sin público y cuatro como visitante sin su hinchada.
El reglamento permitía que la multa fuera el doble, que la Bombonera fuera cerrada definitivamente y que Boca fuera excluido de futuras competencias, un castigo que muchos esperaban.
"No resiste el más mínimo análisis. Ni siquiera suspendieron a Boca un partido. Es realmente una vergüenza", comentó Héctor Olmos, un ex veedor de Conmebol y FIFA.
No faltan quienes piensan que el peso de Boca influyó. "La sanción fue bastante benevolente. Debió haber sido mucho más estricta, para tratar de erradicar estas situaciones horribles, como ha hecho el fútbol europeo", consideró Welker, el dirigente de Peñarol. "Creo que el 'mundo Boca', el gran poder económico que tiene, influyó. Me da la impresión que si hubiera sido otro equipo, de otro país, la sanción hubiera sido otra".
Gonzalo Sobral, expresidente y actual dirigente de Defensor Sporting, coincidió. "Los reglamentos vigentes le dan un margen de discrecionalidad al Tribunal y quién es el juzgado influye. La sanción fue bastante benévola. No se trata solo del poder económico de Boca, sino también de su peso institucional. Es uno de los cinco clubes más importantes de Conmebol".
Una fuente de Conmebol que pidió no ser identificada por no estar autorizada a declarar narró que el Tribunal de Disciplina consideró penar a Boca con 10 o 15 partidos sin público local en la Bombonera, pero se descartó para no ahogar financieramente al club.
Adrián Leiza, uno de los integrantes del Tribunal, abonó esta versión al declarar a radio Sport de Uruguay: "la obligación es sancionar en un marco de racionalidad. Si terminamos con los clubes nos quedamos sin competencia sea Boca, River, Liverpool o Wanderers (...) Si aplicamos la guillotina, como están las sociedades en América del Sur, nos quedamos sin clubes y sin fútbol".
Agregó que "algunos queríamos más partidos" de sanción para Boca. El Tribunal tiene cinco integrantes pero solo tres analizaron el caso.