¿Delito de desprestigio?

Editorial
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger


Hay un pulso ideológico que pretende imponer el predominio de la extrema izquierda en el Estado colombiano. Una muestra son las condenas a exfuncionarios uribistas, que se precipitaron tras la masacre de soldados en el Cauca y la caída del respaldo al proceso de La Habana y al presidente Santos, pues era perentorio tapar un escándalo con otro.

Es un tema largo, pero centrémonos en lo sustantivo. A María del Pilar Hurtado, Bernardo Moreno, Sabas Pretelt, Diego Palacio y Alberto Velásquez, los condenan por actos que son habituales desde que se fundó la República. Todos los gobiernos dan puestos y contratos a cambio del apoyo de congresistas para aprobar leyes o reformas constitucionales.

Para eso se conforma la denominada 'coalición de gobierno', hoy llamada 'unidad nacional' y aceitada con cantidades nunca vistas de mermelada. Dar un puesto no es grave en sí mismo, pues ello no incluye licencia para robar. La idea es que el sector político favorecido se luzca con una buena gestión.

Todos los puestos directivos del Estado son de libre nombramiento y remoción, y como no se gobierna con los enemigos sino con los amigos, quienes los ocupan son cuota de alguien, son recomendación de alguien. Negar eso es hipocresía y persecución política. Si Uribe cometió un error fue el de no comprar parlamentarios a manos llenas. El caso de las 'chuzadas' del DAS no es menos ignominioso. En realidad no hay chuzadas, nadie las ha oído, nadie las conoce.

Por eso a la señora Hurtado le tuvieron que sumar otros delitos al de violación ilícita de comunicaciones para darle peso a la acusación: peculado por apropiación, falsedad ideológica en documento público, abuso de función pública y concierto para delinquir. Sin embargo, tampoco sería insólito que existieran las chuzadas; otros de los condenados del DAS, con décadas de servicio en la entidad, han declarado que esa entidad siempre se dedicó a intervenir comunicaciones y a hacer seguimientos por solicitud del gobierno de turno y sin mediar orden judicial.

Las tareas de inteligencia son indispensables, las ejecutan todos los gobiernos y todos los estados. Lo verdaderamente repudiable es que se usen para maltratar a los opositores y de eso no se pueden quejar los que se declaran víctimas de las tales chuzadas. Aquí no hubo muertos, ni heridos, ni secuestrados, ni desaparecidos.

Si acaso, podría mencionarse que Yidis Medina fue enviada a prisión por un aparente montaje del DAS, pero los testigos falsos y los montajes son cosa de todos los días en la justicia colombiana. En la sentencia de la Corte Suprema de Justicia, el magistrado ponente esgrime una serie de argumentos a favor de las tareas de inteligencia, pero termina condenando a Hurtado casi que inventándose un nuevo tipo penal: el desprestigio.

Palabras más, palabras menos, aduce que estaba bien averiguar por un reloj de oro regalado a un juez por un mafioso, pero que estaba mal filtrar esa información a los medios para desprestigiar a la Corte; que estaba bien investigar por qué un magistrado auxiliar tomaba licor con unos testigos, pero que estaba mal filtrar a los medios para desprestigiar a la Corte; que estaba bien investigar a la persona que invitó a los magistrados con todo pago a Neiva, pero que estaba mal filtrar eso a los medios para desprestigiar a la Corte; que estaba bien investigar a Piedad y a la exmujer de Petro por la cercanía de ambas con el gobierno de Venezuela y con las Farc, pero mal el filtrar a los medios…

Entonces, ¿será que María del Pilar Hurtado es la culpable del desprestigio de la Rama Judicial que es hoy del 79% (Gallup) y es eso lo que le están cobrando? No, ese es el ardid, la condena es una más en la persecución al uribismo.

De otro lado, así como los narcos lograron proscribir el uso de paraquat en los ochenta, ahora la narcoguerrilla hizo prohibir el glifosato, un 'cancerígeno' inocuo cuando se usa en cultivos de frutas, granos y verduras. Tampoco son dañinos los más de 20 precursores químicos que se usan para procesar la cocaína, y el mercurio y el cianuro de la minería. Ni la coca misma, de la que nos dirán que es medicinal.