¿Qué es ser lagarto?

Editorial
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En Colombia ser clasificado como un "lagarto" es de lo menos deseable posible porque lleva implícito un profundo desprecio por esa persona que se gana ese calificativo. Y la verdad es que es más digno ser odiado que despreciado.

Pero lo grave es que se debe reconocer que es un estilo de comportamiento, y casi una forma de vida, que se desarrolla con base en alabar con doble propósito, buscar amistades con doble intención y todo lo demás que se crea necesario para escalar posiciones, no por méritos precisamente.

Probablemente con otros calificativos, este tipo de individuos se dan especialmente en sociedades estratificadas donde se concentra la riqueza, el poder y las buenas posiciones en unos pocos privilegiados.

Por eso no debe sorprender que en Colombia abunden los lagartos. Esos que llegan a cocteles sin ser invitados; que son íntimos amigos de todos los personajes; aquellos que por un saludo cordial de alguien destacado son capaces de atravesarse un salón de lado a lado.

No siempre son individuos que se clasificarían como perdedores, precisamente porque en sociedades como la nuestra, a muchos les funciona muy bien el arte de lagartear. Además, el lagarto si no es por lo menos muy inteligente es un 'vivo', característica que produce grandes rendimientos en nuestra sociedad.

Estos comportamientos como mecanismo para ascender en la escala social son hasta entendibles, aunque no aceptables. Pero lo que resulta insoportable es que una vez llegan a esa cima que tanto han buscado, sigan siendo lagartos. Vale la pena señalar que se encuentran más hombres que cumplen estos requisitos que mujeres, aunque como en el caso de las brujas 'que las hay las hay'.

Es más fácil encontrar lagartos entre los cachacos que entre los costeños. Por su manera de vivir, por su espontaneidad a veces excesiva, fingir afecto y cercanía simplemente porque se necesita ese contacto personal, les queda como difícil.

Se podría hasta afirmar que un individuo de la Región Caribe le queda más fácil pecar por lo contrario: decir tan claramente lo que piensa que puede llegar a ser imprudente. Pero de nuevo, 'que los hay los hay'. En todos los niveles se dan estos personajes, pero son especialmente detestables y hasta peligrosos cuando ocupan posiciones de poder.

Qué peligro que a alguien con mucha capacidad de influencia todo el mundo le parezca 'regio'; que a punta de buenas maneras puede explicarle al mundo lo inexplicable.

Una de las artes que deben manejar muy bien aquellos que llegan a altas posiciones de poder, es identificar claramente a los lagartos y deshacerse de ellos sin que se den cuenta porque pueden ser personajes sinuosos, y por consiguiente, peligrosos.

Parecería que su norma es nunca dejar ver lo que son verdaderamente, lo que realmente piensan. Por esto tienen una habilidad especial para acumular supuestos amigos y para escalar.

Como la pelea por el poder es en serio aquí y en todo el mundo, este prototipo de arribista es mejor mantenerlo alejado ya que nunca se sabrá plenamente lo que desea, sus intenciones, porque en el trasfondo es un ser profundamente egoísta que, en últimas, lo que le importa es él mismo y, si acaso, sus allegados más íntimos. Pero el personaje que alaba, la empresa que desea, solo le interesa porque cree puede servirle para ascender, ascender y ascender.

Una vez caracterizado este tipo de personaje, por favor no seamos lagartos por la paz de Colombia que necesita una construcción honesta, sin tapujos, con convicción entre los colombianos. Desafortunadamente es una tentación a la que se puede caer con un propósito, incluso, noble: atraer a los enemigos declarados de la paz.