Sonámbulos que combaten

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Edgar Castro Castro

Edgar Castro Castro

Columna: Opinión

e-mail: emcastroc@yahoo.com



El país, todavía sin reponerse del execrable ataque que guerrilleros de las Farc, realizaron en el departamento del Cauca, al unísono grita: ¡Presidente, los héroes en Colombia si existen!, para utilizar de alguna manera el eslogan publicitario que el gobierno ha puesto en la televisión.

A toda clase de adjetivos ha recurrido la ciudadanía para calificar la barbarie contra soldados que acampaban, bajo un torrencial aguacero a avanzadas horas de la noche, sin estar prestos para combatir.

Confiados, tal vez, por creer equivocadamente en el anunciado cese unilateral de la guerrilla, mientras se adelantan conversaciones sobre la paz en Cuba.

Cínicamente, los representantes de las Farc han dicho que respondieron a una arremetida de los militares. Desde hoy, sabemos que en las fuerzas militares tenemos soldados que combaten dormidos.

No había pasado una semana, desde cuando el presidente Santos renovó la orden de suspender los bombardeos a los campamentos de los insurgentes, para que, incumpliendo sus propios compromisos, le demostraran al gobierno que sus actos no tienen límites.

Hasta el fiscal General, muy dado últimamente a minimizar acciones de los insurrectos, se atrevió a decir a voz en cuello que habían violado el Derecho Internacional Humanitario al hacer una ofensiva contra militares en estado de indefensión. Con posterioridad, los análisis forenses del Instituto de Medicina Legal le concedieron razón.

Desde hace casi tres años, manejando tiempos y condiciones, la delegación de las Farc se pavonea en La Habana aprovechando para enjuagar su imagen internacional, sin afanes de ninguna naturaleza. Se juzga que, a la manera de los contratos de adhesión, que manejan muchas entidades, el gobierno se pliega a lo que proponen los sediciosos.

Hoy, quieren obligar al gobierno a convenir un acuerdo de cese bilateral del fuego y aprovechando la masacre de los soldados, anuncian que si éste no se da se presentarán nuevos hechos sangrientos. Eso es lo que trae el diálogo en medio de bombas y balas.

El pasado viernes, en una poco conocida muestra de carácter, el presidente de la República declara que "Llegó la hora de acabar la guerra, la paciencia se nos agota, hay que ponerle plazos a este proceso", anuncio que un día antes había hecho por interpuestos funcionarios -vicepresidente y ministro del Interior-.

En su imaginación, porque nunca lo acordó, el gobierno creía que los coloquios no pasarían de un año y miren a donde vamos. Agarrándose de un suceso coyuntural, quiere hoy exigir a las Farc que se sometan a un plazo, no determinado en su alocución.

Ojalá, que ahora si se pueda convenir un plazo porque ya sabemos que la guerrilla no le acepta imposiciones a Santos, todo lo contrario ella las establecen.

"La paz no puede convertirse en una bandera política" dijo igualmente Santos el viernes, para referirse en forma velada a los golpes críticos que le ha propinado su hoy caracterizado opositor, Álvaro Uribe Vélez.

Sin entrar en la pelea que tienen ambos, hay que recordarle al Presidente que la paz sí es una bandera política; de hecho, el artículo 22 de la Constitución Política de Colombia así lo consagra. Lo que no puede convertirse la paz es solo en una obsesión para buscar el premio Nobel, usando maniobras politiqueras que es otra cosa.

Los colombianos anhelamos que la paz llegue a todos los rincones de la geografía nacional y apoyamos cualquier propósito en ese sentido, pero Presidente ante las Farc ¡párese firme! porque sus gobernados no quieren ver más sangre.