Un postdoctorado en sufrimiento…

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alberto Linero Gómez

Alberto Linero Gómez

Columna: Orando y viviendo

e-mail: palbertojose@hotmail.com



Soy hincha del Unión Magdalena. Los primeros recuerdos de mi vida están relacionados con ese equipo. Lo he seguido agarrado de la mano de mi papá, cuando siendo niño me llevaba al Eduardo Santos, lo acompañé en todas las tribunas de este estadio mientras iba alcanzando la mayoría de edad, lo seguí por la radio, cuando estando en el Seminario no podía salir.

He narrado sus goles, comentado sus jugadas, celebrado sus victorias y sufrido sus derrotas. No está de más, decir que son más las derrotas que he padecido que las victorias que he celebrado.

Me han insultado por ser hincha del Unión, he sido objeto de las peores burlas por creer que ese equipo azul y rojo puede salir adelante. He recibido el consuelo sincero de los que me han ganado, sin saber ellos que eso no me consuela sino que me hiere más.

He rezado con fe pidiendo a Dios oportunidades sin saber que las vamos a desaprovechar. Me he alegrado con pírricas victorias buscando sanar mis heridas en ellas. Lo he acompañado en los últimos 9 años en la B. Esa ha sido mi experiencia de hincha del Ciclón bananero.

Creo que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista por eso estaba convencido que el pasado miércoles en Bogotá iba a cambiar la historia y podría celebrar el regreso a la primera categoría del fútbol colombiano. Cuando el día anterior estuve con los jugadores y les di unas palabras de motivación tuve miedo de que no pudiéramos alcanzar la gloria pero es que era una oportunidad tan posible, que yo mismo me decía que lo lograríamos.

Llegué al estadio con la ilusión del triunfo, con la seguridad de la victoria pero en el transcurso de los 90 minutos volví a mi realidad: el Unión seguirá en la B y yo tendría que volver a llorar la derrota.

Lo peor es que sigo siendo su hincha. Cual "masoquista" sigo queriendo al que no hace sino hacerme sufrir. Las derrotas no han vencido mi cariño por esa institución. Los sufrimientos no me han quitado la esperanza de que llegue el día en que todo cambiará.
La frustración nunca es más fuerte que el Amor. Por eso volveré a animarlo y a ilusionarme, aunque todo diga que no vale la pena hacerlo.

Afortunadamente no estoy solo en ese sufrimiento. Sé que mis hermanos de sangre igual lo padecen conmigo -ya mi sobrino no, quién decidió hinchar por un equipo que le diera victorias-.

Sé que Oswaldo De Andreis seguirá acompañando a este equipo que su papá le enseñó a amar. Sé que me seguiré encontrando con el "Bellaco" Vives para hacerle fuerza al Unión. Sé que Roberto Jiménez me seguirá escribiendo que confía en que el Unión, que aprendió a querer en Plato, vuelva a la A.

Sé que Emiro Ochoa me volverá a buscar para que lo acompañe a la aventura de relatar los partidos de nuestro onceno.
No busco causas de las derrotas más allá del terreno de juego. No creo en leyendas urbanas que lo único que hacen es darles una razón a algunos para esconder su dolor. Estoy seguro que a los que les toca harán una evaluación y se darán cuenta en qué se ha fallado.

Lo que si me queda claro es que cuando se ama de verdad se es fiel hasta el final, que la esperanza no se puede perder al ritmo de los golpes que nos hacen sufrir, que cuando todo parece haber terminado uno tiene que prepararse y volver a empezar. Espero que podamos comprender que para salir adelante tenemos que hacer algo más que criticar, que tenemos que tener un proyecto solido y que sacar adelante lo que queremos siempre será labor de todos.

Espero que el Unión no sea una metáfora de nuestra ciudad. Mientras tanto sigo en postdoctorado de sufrimiento con este equipo.