Gabo el escritor universal

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Gustavo Hernández López

Gustavo Hernández López

Columna: Opinión

e-mail: gusherlo@hotmail.com



Ha desaparecido del panorama de la erudición intelectual, el más universal de todos los escritores y novelistas, cuyo reconocimiento literario ha sido en todo el orbe. Las manifestaciones de pesar se produjeron desde el más humilde hasta los jefes de Estado, pasando por todos los medios periodísticos escritos hablados y televisivos que destacaron la noticia. Lamentaron su partida al campo de la eternidad y expresaron su condolencia a nuestro país y a sus familiares. Colombia le rinde honores durante tres días, ondeando el pabellón a media asta en todas las instituciones del Estado.
Curiosamente su muerte se sucedió el mismo día en que murió Úrsula Iguarán en su novela Cien años de soledad, su obra cumbre y principal, a la cual le otorgaron el premio Nobel de literatura.
Este realismo mágico y novelesco que no ha sido sino la verdad real de los hechos, las personas y de la vida misma se tradujo a 35 idiomas y se han vendido 40 millones de ejemplares.
Quién empieza cualquiera de sus libros, quiere ensimismado pasar las páginas, captar y vivir sus invenciones literarias, siente placer en la medida en que entra dentro su órbita ingeniosa y se deleita enormemente con el buen manejo del idioma castellano. Su prosa es poética, fluida, excelsa, profunda y directa. Juan Gossain un excelente periodista de nuestro litoral atlántico dice: "No era el narrador o relator del Caribe o el novelista caribeño sino el biógrafo del Caribe".
Una frase suya: "Escribía para que los amigos lo quisieran más" deja translucir su alto sentido de la amistad, su lealtad a aquellos con los cuales convivió, se desarrolló y tuvo afinidad de alma. No le importó por ejemplo que fuese criticado severamente por el hecho de que estuviera en todos los momentos, al lado de Fidel Castro y su revolución. Se identificó con el Castrismo, lo admiró, lo defendió y lo alabó hasta en sus últimos días de lucidez. Incluso esa fidelidad a Fidel, le ocasionó el distanciamiento con otro genio de la literatura latinoamericana, igualmente Premio Nobel Mario Vargas Llosa, quién en un momento dado por razones y diferencias doctrinales e ideológicas le propinó un puñetazo.
Decía: "No le temo a la muerte sino a irme muriendo. La trampa a la vida es la muerte". El mejor personaje de los libros de Gabo es el mismo. No le gustaban los reportajes, ni que le hicieran preguntas, pero las contestaba. Se fascinaba con el vallenato y sabía y cantaba con sumo gozo un sin número de sus canciones.
En Europa era desconocido hasta finales de 1967, pues era época en que leían más a Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Ernesto Sábato y Miguel Ángel Asturias. Pero los que suscitaban más lectores eran Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar. Es el que llega más tarde, pero a su vez el que penetra en forma explosiva y coloniza de golpe con su fantasía y con todas las armas a los leedores europeos. Gusta a todos y no dejará de gustar.
Su último suspiro tiene lugar en Ciudad de México en la Calle del Fuego, nombre significativo con lo que él representaba por la fuerza incontenible de sus palabras. Es su segunda patria, desde 1975 se radicó allá y por eso mismo los mexicanos le ofrecen un homenaje póstumo en el Palacio de Bellas Artes del Distrito Federal. La máxima distinción para un difunto en esas tierras. Habitualmente ese lugar es destinado solamente para autores mexicanos. Los mexicanos lo recuerdan como el colombiano más mexicano. En 1993 fundó con el eximio Carlos Fuentes la cátedra Julio Cortázar. El Primer Mandatario de México ha dicho a propósito de este fallecimiento: "Ha muerto uno de los más grandes escritores de nuestros tiempos".
Hay que anotar su singular colombianismo, por cuanto amando a México que le dio afectuoso refugio, calor humano de hogar y lo abrazó en su seno, él siempre repetía a menudo que "pensaba siempre en Colombia, en su Aracataca del corazón, en su música del porro, la cumbia y el vallenato".
Estemos o no de acuerdo con algunas de sus posiciones políticas o ideológicas, debemos observarlo siempre como novelista, como escritor, como literato, como exponente de la cultura latinoamericana, es decir en aquellas esferas en que sobresalió, en las cuales nos dio lustre, prestigio y gloria.
Su facilidad para la descripción de personajes, su presentación de las cosas, su impecable y abundante vocabulario, sus lugares no comunes, su inventiva magistral, su mamagallismo garciamarquiano, son las cualidades que es necesario poner de presente.
Se ha ido un letrado de letrados, pero precisamente sus letras quedan en el mundo como su recuerdo perenne en la mente de sus compatriotas y de la gran cantidad de admiradores que se extienden en todo el universo.