El 9 de abril de 1948

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Gustavo Hernández López

Gustavo Hernández López

Columna: Opinión

e-mail: gusherlo@hotmail.com



Esta es una fecha fatídica, inolvidable e impactante. A pesar de que los jóvenes de hoy poco saben de ella, es necesario por esa misma razón traerla a colación, toda vez que produjo en su momento un estremecimiento del alma de los colombianos, sin distinción de raza, credo, clase o partido, pues se sucedió nada más y nada menos que el asesinato del gran caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, quien movía, entusiasmaba y enardecía las masas como ningún otro en la historia política de nuestra querida Colombia.
Este líder se preparó en forma concienzuda en las ciencias jurídicas, brillando como estudiante y luego como penalista. Adelantó una especialización en Roma en la disciplina penal, teniendo de profesor a Enrico Ferry, maestro de maestros en la escuela positiva del derecho penal. Junto con Cesar Lombroso, tuvieron la concepción de la parte humana y sociológica del delincuente y se apreció no tanto la pena sino la sanción de una sociedad.
Tuvo tal desempeño como alumno de Ferry que este también político y sociólogo y desde luego ilustrador emérito, lo ponía de ejemplo ante sus compañeros porque a su juicio era una persona sobresaliente por sus exposiciones académicas, todas ellas magistrales, las cuales posteriormente demostró en sus defensas en nuestro país en su condición de abogado penalista.
Esa facilidad para exponer sus alegatos, se justipreció en la misma forma en la faena de atracción de gentes del quehacer político, puesto que sus discursos en la plaza pública no solo eran emotivos sino directos y conmovedores. Sus seguidores y simpatizantes se impregnaban de sus tesis y propuestas con sentimiento y devoción. Lo vitoreaban, exaltaban y le rendían culto.
Sin lugar a dudas no ha habido y difícilmente volvamos a tener un orador de las características de caudillismo, de mensaje al vulgo, de llegar al corazón de su pueblo, de auscultar y transmitir sus necesidades imperiosas, es decir de conexión con sus partidarios. Consecuentemente era tal su prestigio y adoración de la gente por ese adalid, que llenaba los recintos abiertos y cerrados, pero sobretodo cautivaba, despertaba furor, era en su época el caudillo de los caudillos.
La preparación de sus discursos, como todo lo que él organizaba, era de tiempo, compromiso, dedicación, teniendo en cuenta hasta sus gesticulaciones, su tono de voz, sus altos y sus bajos en los instantes adecuados, con miras a suscitar el frenesí, la pasión y el arrebato de quienes lo escuchaban.
Es oportuno recordar enunciados suyos insignes, tales como: "El pueblo es superior a sus dirigentes" y "yo no soy un hombre, soy el pueblo".
En el año 1948, indudablemente no existía en Colombia un político tan popular, tan admirado y respetado por su nación. De ahí que el partido comunista internacional sabía divinamente bien lo que significaba para Colombia Jorge Eliécer Gaitán.
Se celebraba ese 9 de abril en Bogotá la IX conferencia panamericana, que dio origen a la Organización de Estados Americanos. Asistieron 21 países del continente. La Atenas suramericana como se le conocía a la ciudad capital, no sobrepasaba los 300.000 habitantes.
Los revolucionarios que llegaron en ese entonces con el propósito de derrocar al Presidente de turno Mariano Ospina Pérez, vinieron del exterior desde Cuba. Allí estaba entre otros Fidel Castro con una idea clara, cual era crear la zozobra y la confusión, tan pronto como se sucediera la muerte del hombre público más querido y de esa manera desestabilizar al gobernante y dar un golpe de estado al lado de la población sublevada, cuya protesta se suponía de tal magnitud, que no se detendría la caída del primer mandatario colombiano.
Efectivamente el populacho se levantó a lo largo y ancho del territorio, se armó con machetes y armas de fuego, estas últimas suministradas por la policía, cuyos efectivos se sumaron a la rebelión. Se vivieron horas de incertidumbre, de caos, de miedo que se materializó en un pánico colectivo. Hubo muertos y heridos, saqueos de locales comerciales, pedreas, rotura de vidrios y hurto en residencias.
Sobre todo en Bogotá se percibió una situación dramáticamente preocupante e inmanejable dado que las turbas fueron violentas y decididas a morir por su causa. Se pudo conjurar esta compleja alteración del orden público, gracias a la oportuna y valerosa reacción del Ejército Nacional y a la actitud firme del Jefe de Estado Mariano Ospina, quién en una frase célebre denotó su carácter y personalidad al manifestar: "Es preferible un Presidente muerto que fugitivo".
Algunos comentaristas de estos hechos vandálicos, atribuyen esta expresión presidencial histórica, a la primera dama, Doña Bertha como solía llamársele, mujer corajuda y de armas tomar.
No se logró el objetivo trazado por los ideólogos del marxismo, pero sus intenciones malévolas por poco se cristalizan.
Se va a definir el próximo mes en las elecciones, nuestro porvenir inmediato, por tanto deberemos ser conscientes de la importancia de esta votación. Examinemos en que estamos y para dónde vamos. Aún podemos enderezar el rumbo votando responsablemente bien, esto es pensando en Colombia, en lo que más le conviene a la salud de la Patria, habida consideración de que no podemos entregar en las urnas nuestro sistema democrático, por el contrario hay que preservarlo y fortalecerlo.