¿Vendiendo el alma al diablo?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Fuad Chacón Tapias

Fuad Chacón Tapias

Columna: Opinión

e-mail: fuad.chacon@hotmail.com



Por una simple cuestión de psiquis, todas las cosas nuevas siempre darán la sensación de ser mejores que sus predecesoras. No importa a qué situación le apliquemos este razonamiento, el resultado una y otra vez será el mismo.

Desde el adagio popular que reza por las escobas nuevas que barren bien hasta las mudanzas de casa, trabajo o pareja, cambiar será por la eternidad un acto simbólico del cierre de un ciclo para la apertura de uno distinto que nos hace sentir renovados, aunque ello solo sea un placebo mental que nos eleve las endorfinas.

Esto no tendría ningún inconveniente de no ser porque en Colombia la manía del cambio ha venido siendo implantada como una respuesta instintiva para enfrentar los problemas del país y por ello son cada vez más las voces que se unen para exigir que solo una nueva Constitución podrá salvarnos de nosotros mismos.

Una receta trillada que domingo a domingo alguien repite en alguna entrevista de periódico, como un guión sin giros en la trama. Cuando todas las ideas se acaban siempre podemos jugar la carta de reiniciar el sistema.

"¿Que estamos en un proceso de paz? Fácil, hagamos una Constituyente" "¿Que hay crisis en la justicia? De esta solo nos saca una Asamblea Constituyente" "¿Que colapsó Transmilenio? Eso nos pasa porque nuestra Constitución ya está muy vieja" "¿Que los maestros están en paro? Aquí lo que falta es otra Constitución para poner todo en orden" y así, pareciera que la obsesión por moldear a voluntad nuestro texto político cumbre no se saciara con los constantes actos legislativos que pasean por el Congreso, sino que hace falta conseguir la joya de la corona comenzando desde cero por cualquier motivo.

Mientras hay naciones con constituciones redactadas por los padres fundadores que han perdurado por siglos y aguantado los peores embates de su historia, el legislador colombiano se deja seducir por los deseos impetuosos de manosear la nuestra que no es más que una veinteañera con vacíos insondables que a parches la Corte Constitucional intenta llenar.

Solo es cuestión de encontrar la excusa perfecta para forzarla a entrar al quirófano y dejarla irreconocible.

¿Pero exactamente qué está tan mal con el texto del 91 que no tiene felices a algunos? Con mecanismos efectivos como la tutela y demás acciones a las cuales acudir, una armonía coherente con tratados internacionales y una manufactura garantista que unió fuerzas de derecha, izquierda y centro, tal pareciera que su único escollo es que no fue hecha por quienes hoy la quieren reinventar.

Caer en la misma tentación constitucional no es más que un riesgo innecesario de correr en estos tiempos de altísimo desprestigio de las ramas públicas del poder, pues una Asamblea Constituyente desataría fuerzas que nuestra coyuntura actual no está en condiciones de contener y quién sabe en qué terminaría todo.

Obiter Dictum: La venta de Isagén es clave para financiar el futuro de nuestra infraestructura vial, cada minuto que las medidas cautelares a su subasta se mantienen implican años de atrasos en las carreteras de Colombia.