Un manicomio feliz llamado Colombia

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



El caso de German wings alborotó la paranoia nacional. Me parece exagerado, como apareció en un editorial, decir que en Colombia tenemos una crisis de salud mental solo porque hay un siquiatra por cada cinco mil colombianos y porque cuatro de cada diez colombianos están, o estamos, chiflados.
Además, el ingenio colombiano ha encontrado formas de lidiar con la locura colectiva que padecemos. Aquí la psiquiatría se ejerce informalmente. En el trópico, el teatro de Gabo y del surrealismo, hemos resuelto el problema con confesionarios y absoluciones, novenas, adivinos, yerbateros y el Baloto. Estos son los siquiatras del pueblo.
Por ejemplo, si una mujer tiene la depre, y va a que le adivinen el futuro, el adivino le arregla la vida en un santiamén. Independientemente del estado civil de la vieja, le dice que le ve puchecas nuevas y liposucción en el futuro inmediato. Si la vieja es casada pero tiene un marido de esos, le jura y perjura, que el perro del marido volverá a la casa reptando, rogándole y pidiéndole perdón. Si la señora es solterona, entonces le ve boda inminente con un extranjero que se la va llevar a otro país a vivir un cuento de hadas; si la ve en la inmunda, entonces le encima un título nobiliario, probablemente el extranjero sea conde o marqués.
Si el paciente es hombre, le arregla el asunto con dos mujeres: la morena y la rubia. Dos reinas de belleza que lo van a hacer el hombre más feliz del mundo.
Sin distingos de sexos, si el desquiciado está en los rines y desempleado, aparecen de la nada multinacionales, sueldo en dólares, puestos de mucho poder y prestigio, promociones, viajes en avión privado y limusinas por doquier. Y si ya está que se pega un tiro, entonces, lo ve como magistrado en una de nuestras altas cortes, aunque parece que ya no tan altas sino más bien bajas, y ante las objeciones lógicas de no ser abogado y a duras penas saber leer y escribir, le responden que para hacer el torcido de ley no hay que estudiar Derecho ni ser letrado. Con las ganas basta y sobra.
Si al paciente lo persigue la mala suerte, eso se le quita con una limpia, sahumerios, pócimas de oriente, balance de energía, sincronización de chacras y revisión tecno mecánica. O en últimas, últimas, para casos perdidos, el gran poder de las pirámides, pero no las de Egipto sino las de David Murcia y sus imitadores.
Si la cosa es por el lado de la fe, en Colombia tenemos novenas para todos los santos y todas las ocasiones: para encontrar marido, trabajo, cosas perdidas, para las pérdidas y hasta para desaparecer a la suegra.
En Colombia nadie se atreve a pegarse un tiro en la mollera porque qué tal que ese sea el día que se gane el Baloto. ¿Quieren una crisis de salud mental? Acaben el Baloto y verán como veinte de cada diez colombianos se deschaveta. Locura al cuadrado.
El problema en Colombia no es que el piloto de avión esté loco y mate a los pasajeros. Aquí el problema es que el piloto llegue borracho o enguayabado, se quede dormido y termine parqueando la nave en el sitio equivocado, o como ha sucedido en Santa Marta, un acuatizaje sorpresivo. Cómo será la cosa, que si uno va para Santa Marta en avión, hay que viajar en vestido de baño y bien embadurnados de bloqueador solar, y sin perder de vista el flotador o la balsa. No sea que toque hacer un desembarque de emergencia en la playa. Ah, y el celular listo para un selfie de impacto que se vuelva viral en Facebook y Youtube.
Opino que la única crisis de salud mental que padecemos los colombianos es nuestra incapacidad para tomar la vida en serio. La psiquiatría en Colombia es una profesión innecesaria y fracasada.
La psiquiatría en Macondo sobra porque donde todos estamos locos, nadie lo está. ¡Qué locura!