Molière y Daniel Samper Ospina

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Andrés Quintero Olmos

Andrés Quintero Olmos

Columna: Pluma, sal y limón

e-mail: quinteroolmos@gmail.com



El autor francés, Molière, describió, a través de sus personajes histriónicos, a esas élites perversas que encarnan todo lo socialmente reprochable. Si Molière hubiera sido colombiano en nuestros tiempos no hubiera dudado en criticar a nuestra izquierda caviar (gauche caviar) nacional, representada idílicamente por Daniel Samper Ospina. Esa que personifica a toda la pedantería existente y que contiene a esos falsos sabios que pregonan, con sus camufladas recetas de humor, el odio hacia lo diferente, hacia lo "nazi", dicen ellos.
El Daniel tartufo que siendo sobrino del elefante se permite juzgar hipócritamente lo que es moralmente aceptable y le pide apartheid a cualquier actor político o judicial, a espaldas de su inexistente autocrítica.
El Daniel enfermo imaginario que pretende ser el bufón de las columnas colombianas; columnas chistosas y caricaturescas pero violentamente sádicas, que no solamente hacen la apología a la ridiculez, sino que son concomitantes al insulto y a la venganza política, porque el objetivo es tanto hacer reír como el querer herir.
El Daniel avaro que sólo les permitió a sus condiscípulos de ideología y de ligereza mental escribir en la revista que dirigía y que nunca le ha sacado una crítica positiva a sus adversarios.
El Daniel celoso que no permite que ninguna figura política surja sin que prenda su ventilador socarrón, pero que nunca ha logrado caricaturizar al más político de todos que es su mismo apellido Samper, en su más sabía y evaporada independencia periodística.
El Daniel Don Juan, como su antaña competencia, que se inventó a Soho, la revista más políticamente fantoche de Colombia, que logró con éxito unir a Arcadia y a Playboy en un mismo contenido, en la que su mayor resultado ha sido desnudar a la última cena y a Yidis Medina como estrella absoluta de su divina comedia y de su parcializada justicia.
El Daniel misántropo, el "progre" con la desnudez de las mujeres, pero el intolerante que no aguanta que Paloma Valencia se despeine planteando debates necesarios, como las ilegales invasiones hechas por ciertos indígenas violentos, fruto mismo de su animadversión por toda filantropía que tenga color uribista. Molière ya lo había descrito antes: "todo el mundo cree que soy un hombre de bien; pero la pura verdad es que no valgo nada".
El Daniel burgués que se permite criticar al país entero desde sus frías sábanas cachacas, ese mismo que nunca ha caminado, con sus medias blancas y chanclas fluorescentes, por el piso caliente de Colombia -entiéndase Cauca-, y que nunca ha cuidado su pálida y monje alopecia del violento sol de nuestra nación.
El Daniel precioso ridículo que sólo atenúa sus burlas cuando sus familiares aceptan embajadas, que no le concede a Pachito unas verdaderas aventuras y que come semanalmente galletas en club social en mermeladas, porque, como decía Molière, "hay que comer para vivir y no vivir para comer".
@QuinteroOlmos