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El rapto de Tomasita

Columnas de Opinión
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La fiesta de San Sebastián, defensor contra la peste y protector de niños y niñas, se celebra en varias regiones de Europa y América, con inmensas fogatas y ruidosos festejos populares el 20 de enero. La historia fabulada de este soldado de Cristo, mártir y santo fue utilizada por los curas doctrineros para catequizar indígenas.

Así llegó a los indios Chimilas en la región de Ciénaga y pueblos aledaños, pero fue refractada por la cultura de éstos hasta cambiar del todo su contenido. Se impuso, no obstante, la tradición conservada desde algún momento remoto de la historia, que hoy conocemos como fiesta del caimán, conservando la fecha y una mención al santo.

El día de San Sebastián (protector de niñas y niños), cumple años Tomasita. Miguel Bojato y Ana Carmela Urieles, sus padres, la mandan al mercado con su hermana paterna a comprar comida, café y ron para el festejo. Tomasita ha crecido y es ya una adolescente que debía cumplir algo más de trece años, si no es que cumplía los quince; es decir, ya era una mujer. Miguel sería un desbraguetado, de ahí que otra mujer le pariera a Juanita, y eso entre caribes no es extraño.

Tomasita resbala y cae en la laguna y, según ha dicho Juanita, un caimán se la lleva. Aquí es donde empieza el juego de referencias simbólicas. "Resbala y cae" se entiende como que Tomasita accede a las pretensiones de un galán y se va con él. Ese hombre pretendía desde antes a Tomasita y merodeaba por la humilde chocita de Bojato en "Cachimbero", y precisamente el día que la joven alcanza la edad apropiada, y dada la oportunidad, decide raptarla. Más adelante, ante los comentarios de su padre y de los vecinos, Juanita llorando pregunta "¿Papi, se la comió?"

En las comunidades indígenas las uniones o matrimonios se arreglan entre familias o se dan de hecho, sin que esto último cause ninguna conmoción especial o disgusto paterno. El raptor ejerce ante la pretendida su virilidad, al tiempo que la mujer consuma un acto de emancipación. Esto es festejado por los padres y vecinos con música de tambores y ron.

El caimán es, pues, el pretendiente que ronda la esquina y, según sean las circunstancias, no a disgusto de la pretendida. No obstante, los padres cuidan y vigilan a sus hijas, como es obvio considerar por el solo sentimiento paternal. Algunos pretendientes, posiblemente, no serían del agrado de la familia y se tomaban, entonces, las medidas pertinentes.

Esta celebración, con su ritual musical, se reconoce como fiesta del caimán. Pero si se trata del cumpleaños de Tomasita, por qué no ha de llamarse fiesta de Tomasita que es la víctima. La razón es que no se celebra propiamente el cumpleaños de la joven sino su emancipación y al acto que la propicia; es decir, el ser poseída y reafirmada como mujer por un varón.

El Caimán fue un tótem venerado por los indígenas chimilas, entre otros, como símbolo de virilidad, como símbolo fálico, por ello en el ritual o danza original no figuran mujeres, pues son los hombres los que rinden culto a su virilidad. Pero algunos de esos hombre participan en la danza vestidos de mujer, debido a que, como ya se dijo, no todos los pretendientes (en especial los colonizadores españoles) son del agrado de los padres, y éstos, al igual que en la danza de las "farotas", se camuflan con vestiduras de mujer para engañarlos y someterlos.

La danza del caimán se baila, alineados en dos hileras, con pasos hacia a delante y hacia atrás, lo que describe el coqueteo insinuante de las jóvenes: "te lo doy, no te lo doy". Igual que movimientos o pasos laterales que terminan rematados con toque de palmas, para llamar la atención del animal: "aquí estoy" El Caimán, hecho de madera, cartón y papel, se mueve por el medio dando bandazos para un lado y para el otro esperando la oportunidad para atrapar la presa de su predilección

La fiesta de cumpleaños de Tomasita, el día de San Sebastián, organizada, según la leyenda, por Miguel Bojato y Ana Carmela Urieles cambio su razón de ser y se convirtió en el festejo con tambores, ron y comida de la emancipación de la joven y la reafirmación viril del pretendiente, a quien distinguían con el eufemismo de caimán.



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