Miseria y corrupción en el Brasil

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Gustavo Hernández López

Gustavo Hernández López

Columna: Opinión

e-mail: gusherlo@hotmail.com



En el Brasil, el país más extenso y respetable de América Latina, la presidenta Dilma Rousseff, está viviendo una tensión social, política y económica, que ella jamás imaginó, sobre todo después de que acaba de ser reelegida, por cierto en una elección milimétricamente disputada en segunda vuelta contra su contendor Aecio Neves.

Pero la corrupción ha sido de tal tamaño e involucra a tanta gente del sector público y privado, que el pueblo brasilero no podía sino salir a protestar en nutridas manifestaciones callejeras, en las cuales por lo menos millón y medio de brasileros, verdaderamente cansados y fastidiados por decir lo menos, expresaron su rechazo y su indignación al Gobierno, a su Jefe de Estado, a los políticos y también al Parlamento.

La encuesta del Instituto brasileño de opinión y estadística en el 2013 reflejó que el 82% considera que los partidos políticos son corruptos y el 72% señala que el Parlamento es corrupto.

Pero esta corruptela desaforada incluye a la actual mandataria, como quiera que fuera ella Presidenta de la Junta de Petrobras, la empresa que ha suscitado todos los escándalos. Esa descomposición moral viene no de ahora sino desde la época del presidente Lula, en la cual Dilma Rousseff, en su condición de ministra de Minas y Energía, presidía la empresa estatal petrolera.

Dos exdirectivos de Petrobras detenidos por la justicia, confesaron tener cuentas en bancos de Suiza. Recibieron coimas de empresas constructoras a cambio de beneficios que estas compañías obtenían en licitaciones que ellos adjudicaban.

Más de 300 cuentas en 30 bancos suizos. Allí se depositaban los sobornos. Cerca de 400 millones de dólares. Los cuentahabientes eran los altos ejecutivos de Petrobras. Suiza devolverá 120 millones de dólares congelados.

El procurador General de Suiza Michael Lauber y el fiscal del Brasil Rodrigo Janot han trabajado en conjunto y gracias a esa colaboración mutua, se ha aclarado y descubierto esa maraña de podredumbre económica. El investigador suizo Lauber ha dicho: "No toleraremos el uso del sistema financiero suizo para el lavado de dinero y la corrupción".

En buena parte esto se ha podido realizar y ha habido apoyo de los suizos contrariando el mismo secreto bancario en esa nación, por el hecho de que existe desde el 2009 un Tratado de Cooperación Jurídica en materia penal.

Los costos de esas contrataciones superan los 800 millones de dólares, es decir esa suma la pagaron las compañías constructoras a los directivos o exejecutivos de Petrobras, nombrados por los políticos para tales fines. Además había sobrecostos en las obras, de tal suerte que por todos lados buscaban ganancias estrafalarias.

Todo ello se estaba sucediendo. Unos pocos se beneficiaban a costillas de un pueblo cuya pobreza es manifiesta.

Lo peor y lo más grave es que esos dineros se desviaban hacia el partido de los trabajadores, con miras a financiar sus campañas políticas y electorales. Era la danza de los millones por un lado y el carnaval de la penuria e indigencia por el otro lado.

Por ese carrusel de putrefacción politiquera, que salió a la luz pública, la presidenta Rousseff se vio obligada a tomar cartas en el asunto y eso condujo a su última declaración al respecto, en la cual manifestó: "Tenemos el deber y la obligación de combatir la impunidad y la corrupción". Las medidas que decidió para enfrentar el crítico problema tienen que ver con la incautación de bienes a los corruptos y la penalización de fondos mal habidos, cuya finalidad haya sido de carácter electoral.

Su popularidad se desplomó y en este momento el 62% de sus habitantes cree que su gobierno es pésimo y solo el 13% está con ella. Nunca un gobernante brasileño había estado con tan bajo respaldo de su pueblo. Quizás algo parecido aconteció con Fernando Collor de Mello, quien fue sometido a un juicio político por corrupción.

Ojalá logré capotear la Presidenta este temporal político, cuyos vientos cada día son más fuertes, dada la miseria que rodea a la mayoría de su población.

Estos oscuros días gubernamentales son peores que aquellos que le tocó afrontar con motivo de la goleada que le propinaron al onceno brasilero en el Mundial de fútbol. Esto equivale a un gol olímpico.