¿Menos es más?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



La tragedia invernal ha traído consigo una nueva serie de discusiones que, si bien estaba allí, sobre el tapete, no había terminado nunca de afrontarse -¿se hará alguna vez?-. El tema es tan complejo como cotidiano, ya que tiene que ver con el desordenado ordenamiento territorial colombiano. A propósito del desastre, ha quedado al descubierto la urgente necesidad de sopesar dos realidades que se nos presentan para su resolución.

Por un lado, está lo de la inviabilidad presupuestal de muchos de los municipios afectados por las inundaciones, asunto que ya se contemplaba respecto de algunos de ellos: desde antes de la emergencia se pensaba acerca de la conveniencia de aplicar rigurosamente el Artículo 19 de la Ley 617 de 2000 (sobre la fusión -léase desaparición- de los entes municipales que no cumplan con las metas financieras establecidas), lo que, en la práctica, implicaría acabar con cerca del 30% de los más de 1.100 municipios del país. Es ésta una materia tan vieja como el mismo tema de la regionalización, pero el hecho es que con lo acontecido en los municipios inundados, ahora se hace más necesario tomar decisiones de fondo, que aclaren de una vez por todas el dilema territorial; sin embargo, ello deberá hacerse con observancia de criterios técnicos y sociales, a la vez, dejando de un lado las apetencias políticas, que, como sabemos, en poco representan a los verdaderos intereses del pueblo.

Decía que la inviabilidad financiera de muchos municipios ya era, desde antes del invierno de 2010, un problema a resolver, pues, cuando se hablaba de fusionar a los municipios incumplidos, es cierto, se le venía a uno a la cabeza la idea de que esa era una justa retribución para con la corrupción administrativa de tales entes territoriales; no obstante, el asunto no es tan fácil. Y, especialmente, no se debe usar la coyuntura invernal como excusa para precipitar las fusiones.

Además de lo anterior, debe considerarse una segunda realidad, por así llamarla, que está relacionada con el inconveniente ideológico que conllevaría la solución más pragmática -y realista- frente a la encrucijada de si deben o no seguir existiendo algunos municipios después de la catástrofe, en el entendido de que resultaría menos onerosa la reubicación de sus pobladores en un municipio aparte, que las propias labores de reconstrucción. Pero, ¿y qué pasa con la descentralización?, es decir, ¿qué pasa con aquella conquista de la democracia colombiana que obliga a Bogotá a dejar en paz al resto de colombianos para que se desarrollen de acuerdo con sus propios pareceres?; ¿qué vamos a hacer con el espíritu constitucional, que nos impele a construir una república unitaria, sí, pero descentralizada, y, sobre todo, con autonomía de sus entidades territoriales? Esto es algo que no puede ser desestimado en la labor de planeación que se está adelantando. Por supuesto, no estoy ahora en condiciones de ofrecer un análisis técnico pormenorizado sobre la conveniencia, ya de reubicar, ya de reconstruir, pero creo que hace parte del deber de cada colombiano preguntarse si lo que el gobierno va a hacer para resolver este problema está en concordancia con el sentir básico -¿se sabe cuál es?- de la gente desplazada por las lluvias. Es, de otra parte, elemental que la reconstrucción de algunos municipios, así se quisiera, es un imposible físico actualmente, dadas las circunstancias de anegación que persisten, pero las soluciones a ofrecer tienen que respetar las especificaciones de cada caso en particular. Una gran tarea, la que tienen en las oficinas de planeación de los niveles nacional y territorial.

Que el municipio es la base de la organización territorial es una verdad casi absoluta que varios teóricos del derecho constitucional han expuesto con suficientes razones. Baste aquí decir que ello es apenas de Perogrullo en una democracia: no se puede hablar de Estado social de derecho y de descentralización si no se honra la independencia de los ciudadanos. (Asimismo, cabe preguntarse, a modo de reflexión paralela, si el preeminente debate de la regionalización del país ha tomado en cuenta el tema del fortalecimiento del municipio colombiano, que hoy, a la luz de los hechos, se revela como el verdadero asunto de fondo, la cuestión a considerar. ¿Por qué? Porque, por ejemplo, de haber sido más fuertes los municipios, las consecuencias del incremento de las lluvias habrían podido paliarse. Creo que, de cualquier forma, la regionalización puede hacer que existan gobiernos territoriales más sólidos, y, en esa medida, puede ser que el acercamiento de esos gobiernos con los municipios sea más efectivo, en aras de fortalecer a éstos. Habría que ver). Ahora bien, no pretendo desconocer que muchos municipios son creados artificialmente para perseguir chanchullos, digamos, administrativos; pero, los más, aún cuando parezcan -o estén- quebrados financieramente, merecen respeto, pues un municipio es su gente.