¿Cuánto vale una vida humana?

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



La muerte de la joven Camila Abuabara y que enluta su familia, es uno de sus momentos que a muchos nos ha tocado vivir. No es fácil ver morir a una persona joven, que supuestamente debería tener toda una vida por delante.

En el caso específico de Camila, su familia dio una batalla legal para lograr que el tratamiento en vez de hacerse en Colombia se hiciera en los Estados Unidos, en donde supuestamente tendría mejores probabilidades de sobrevivir.

El fallo final determinó que el tratamiento se hiciera en Colombia, como finalmente sucedió. Es entendible la rabia y frustración de la familia de Camila porque les queda la pregunta no respondida de si Camila hubiera sobrevivido de haberse hecho el tratamiento en los Estados Unidos. Además, deja la sensación de que es más importante el dinero que una vida humana.

Desafortunadamente y por muy duro que parezca, muchas veces las decisiones de vida o muerte están atadas a una fría lógica financiera. Y esa lógica financiera indica que si el sistema de salud actual le diera validez a peticiones como las de la familia de Camila, se volvería inviable rápidamente, y probablemente el atender a unas pocas personas sufriendo enfermedades raras dejaría pocos recursos para atender al resto de la población que también necesita cuidados médicos. El precedente legal sentado por la Corte, por muy duro que parezca, es acertado y razonable.

Tal vez habría que encontrar puntos de encuentro en los que el sistema de salud cubra hasta el monto que costaría ese tratamiento en Colombia, y que la familia por su parte asuma la diferencia.

Como dije antes, habiendo pasado por una experiencia semejante, entiendo perfectamente por lo que está pasando la familia de Camila. Sólo el tiempo nos ayuda a hacer las paces con las circunstancias.

Para todos los seres humanos la muerte de un ser querido es también una invitación para reflexionar sobre nuestra propia mortalidad, y cuando logramos reflexionar sobre este tema desde una perspectiva de fe, encontramos sosiego y paz interior.
Cuando estamos al lado de esa persona que tanto queremos y a la que vemos sufriendo inmensamente, nos debatimos entre el querer tenerla siempre a nuestro lado o que no sufra más. He sido testigo como aquel que está sufriendo llega a un punto en el que sólo quiere descansar para siempre.

La constante y prolongada agonía del sufrimiento se vuelve insoportable y la muerte es un descanso anhelado.
Me pareció acertada la compasión y entendimiento mostrado por el gobierno colombiano hacia la familia de Camila. Ésos funcionarios son también seres humanos, y al igual que la familia de Camila, piensan que la vida es lo más valioso e importante, sin embargo, son conscientes de los límites dentro de los cuales pueden tomar decisiones.

No creo que ninguno de los funcionarios o jueces involucrados en esta decisión pensara siquiera por un momento que la decisión de hacerse el tratamiento requerido en Colombia fuera una condena de muerte. A Camila le fue ofrecida la mejor alternativa científica posible del país dentro de las limitaciones del sistema de salud típico de una Nación en vía de desarrollo.

Mis condolencias a la familia de Camila, y espero que prontamente encuentran sosiego en su dolor.



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