Degradaciones culturales

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Payares González

Carlos Payares González

Columna: Pan y Vino

e-mail: carlospayaresgonzalez@hotmail.com



Somos el reflejo perfecto de la cultura en que vivimos. Es el entorno el que genera nuestro comportamiento individual y colectivo; una premisa que de ninguna manera cambia por el hecho de que bajo un mismo entorno emerjan comportamientos diferentes.

Es por eso que no basta con ciertas poses estereotipadas que hablan de mantener, construir, o perpetuar ciertos valores para fortalecer nuestra cultura ciudadana, si a cambio no corregimos las cosas que inducen a un comportamiento contrario.

Si el maestro o el poderoso no enseñan con el ejemplo, no pueden esperar de los demás algo que valga la pena. Nos hemos venido acostumbrando a escuchar de nuestros políticos y funcionarios públicos cosas que no sienten y no hacen.

Todos dicen amar hasta el éxtasis a la pequeña o gran patria, con su historia y su naturaleza, pero en la mayoría de las veces observamos que la aseveración resulta ser espesa verborrea patriotera. Sensiblería.

Falsedad y mascarada. No hay, pues, gente buena ni mala, hay sociedades que conciben gente buena y mala.

Lo demás es puro discurso egocéntrico y narcisista de muchos de los representantes del establecimiento. Un discurso que en el trasfondo muestra que les importa un centavo lo que pase con la gente común y corriente que dicen defender y representar. Para la muestra estos tres botones:

El primero: desde que se posesionó el médico Luis Gastelbondo García como burgomaestre de Ciénaga, se propuso cambiar el escudo del municipio.

En realidad, existían razones para hacerlo: la Zona Bananera de Ciénaga había sido municipalizada; la parte de la Sierra Nevada de Santa Marta correspondiente al municipio de Ciénaga no aparecía en el escudo; desde hace décadas la ganadería no era una actividad económica notoria en Ciénaga; el puente de La Barra hace parte del municipio de Pueblo Viejo, etc.

La obra engendrada fue un escudo tipo francés coronado que resultó, histórica y simbólicamente, un desastre. Algo tan parecido a lo creado por el famoso médico Víctor Frankenstein.

Vamos por partes: empezando en el cuartel superior siniestro, donde surgen unas figuras que parecieran ser el resultado de una tarea escolar. Así, por ejemplo, sobresale la figura de un hombre con un sombrero atípico de la región Caribe colombiana, sobrepuesto toscamente a la figura de un caimán, ataviado y en pose de bailar flamenco o tango, menos la colorida danza cienaguera.

Finalmente, el nuevo escudo de Ciénaga es el único, o el primero (como acostumbra decir un emperifollado secretario de la municipalidad), que tiene dentro de uno de sus cuarteles el nombre del autor.

Los remito al cuartel inferior siniestro para que observen debajo de la banda transportadora de carbón que allí aparece. Un hecho insólito tolerado por el señor burgomaestre cienaguero.

El segundo: acaba de llegar a mi correo electrónico el afiche de la Fiesta del Caimán en Ciénaga 2011. Se supone que fue el resultado de un concurso donde el ganador recibió la suma de un millón de pesos.

Escuché que la alta Administración Municipal estaba "cansada" de los "mamarrachos primitivistas" que son alegóricos a la gran fiesta caimanera.

Convocaba el burgomaestre a la talentosa creatividad de cienagueros y extraños para la elaboración del nuevo y último afiche que se realizará durante esta administración, estimulada en este caso con una premiación en dinero.

El resultado parece haber sido tan desastroso como lo comentado con el nuevo escudo municipal.

Todo indica que la imagen del caimán cienaguero es la misma del cocodrilo de la empresa láctea Alpina; una imagen, a todas luces, reciclada. Copiada con el resto de aditamentos.

Con algunos retoques y sobreposiciones que ponen en duda tanto el talento implorado como el respeto por las obras ajenas. Hoy el afiche es un acto oficial del municipio de Ciénaga y vaya uno a saber qué puedan estar pensando los propietarios o creativos de la empresa Alpina al respecto. Este hecho oficial no es, como lo he dicho al comienzo de la columna, un buen ejemplo para imitar. Para poder construir en los demás honestidad y transparencia.

El tercero: la única estatua existente ligada a la historia de Ciénaga es la del general Joaquín Riascos García. Se encuentra en un pedestal en el parque de Las Ranas de Ciénaga. No sobra decir que Riascos García fue un militar y estadista liberal de mil batallas en Colombia durante el siglo XIX.

Diputado y presidente del Estado del Magdalena. senador y representante en varias ocasiones. Mientras se desempeñaba como Presidente del Estado del Magdalena, fue nombrado tercer designado a la Presidencia de la República.

El cargo de Presidente de la República lo desempeñó durante 47 días debido a que Tomás Cipriano de Mosquera disolvió el Congreso Nacional y se declaró en ejercicio supremo de la autoridad. Fue presidente también de la Unión Liberal, un movimiento político que enfrentó al radicalismo liberal encabezado en Ciénaga por el general Francisco "Chico" Labarcés. Riascos García fue trascendente en la historia local cienaguera. Un árbol lo ha venido decapitando "minuto a minuto" a la vista de las autoridades y de la misma ciudadanía cienaguera.

Una gruesa rama actúa como letal guillotina sin que los pregoneros o gestores o adoloridos de la cultura digan "ésta boca es mía". Menos mal que la escultura del "negro de las bananeras", donada por el maestro Rodrigo Arenas Betancourt, está hecha de bronce. Todo parece indicar que el destino de nuestros íconos y símbolos parece ser el mismo que el de nuestra sociedad: la impune decadencia.