Café con valor agregado

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Escrito por:

Paloma Valencia Laserna

Paloma Valencia Laserna

Columna: Opinión

e-mail: palomasenadora@gmail.com



El café colombiano debe convertirse en un producto de lujo, tostado y empacado en Colombia, no podemos seguir tratándolo como un commodity; vendiéndolo como una materia prima en costales.

Este objetivo, que debe irremediablemente realizarse desde los minifundios, necesita de una real metamorfosis del sector: permitiendo la producción de todas las variedades de café, liberando las exportaciones, enfocando la investigación y la capacitación del sector hacia los pequeños y medianos caficultores que representan más del 70% de la producción nacional, ampliando el consumo interno, aunando en la transformación del producto desde el territorio colombiano y promoviendo que el caficultor sea la persona que le dé valor agregado al producto desde su conocimiento agrícola, su propia innovación productiva y su cultura idiosincrática.

En los próximos 5 años la demanda de café en el mundo aumentará en 25%, principalmente por la fuerte demanda que comienza a existir en China, India y Rusia. A pesar de esta oportunidad, colombiano parece tener la intención de aprovechar este crecimiento.

Por un lado, porque ha venido disminuyendo la producción nacional de café desde los años 90, reduciendo sustancialmente la incidencia del café de Colombia en los mercados internacionales, y, por otro lado, porque la Federación Nacional de Cafeteros sigue limitando de manera anacrónica la producción y exportación de café.
El Gobierno y la Federación deben modernizar la caficultura colombiana para generar una mayor producción e identificar los nichos de cafés especiales de alta calidad.

Hoy, 79% es la proporción del precio de exportación que recibe el caficultor colombiano.

En países como Brasil y Vietnam, que tienen mercados sin intervencionismos, esta proporción sube a más de 91%. Para lograr estos mismos niveles se requiere que los costos de exportación se reduzcan, que la productividad por hectárea aumente y que, sobre todo, la intermediación entre el caficultor y el consumidor final sea más directa.

La caficultura colombiana debe pasar de ser una economía de materia prima a una economía de productos de valor agregado. Se debe privilegiar, a imagen y semejanza de la viticultura francesa, que el café sea un producto de cultura y alta sofisticación.

Para esto, es imprescindible que el caficultor y las cooperativas de café tengan un verdadero apalancamiento financiero: Finagro, que es la entidad que fomenta el crédito agrícola, no puede permitir que los bancos comerciales, que otorgan sus líneas de crédito a los campesinos, aumenten, exponencialmente y sin real justificación, sus iniciales tasas de interés.

De esta manera, para poder competir en el mercado externo, Colombia debe avivar la libre competencia en el mercado interno para estimular la expansión de su economía de café.

Asimismo, debe desarrollar medidas dirigidas a los pequeños y medianos caficultores con el fin que tengan mejores opciones en el mercado externo y mayor protección ante eventuales fallas de mercado.