El estadio

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Algunos dicen que Santa Marta era la única ciudad de Colombia que no quería la independencia de España, y que de hecho las circunstancias nos obligaron a aceptarla.

Desde esas épocas, nuestra idiosincrasia tiene características muy particulares que nos hacen gente amable, pacífica pero sobre todo, resignada a nuestra suerte y con temor al cambio.

Al parecer la idea de tumbar el estadio Eduardo Santos es un atentado contra nuestra resistencia al cambio, a romper con el pasado.

La iniciativa ha dado lugar a una polémica que aún no termina. Comenzando por el gobernador del departamento, hay muchos que se oponen a que el estadio sea tumbado. Abogan por la restauración o algo por el estilo.

Otra posición aboga por un estadio nuevo con todas las comodidades modernas y como parte de un proyecto más ambicioso que pretende dotar de escenarios deportivos idóneos a la ciudad de Santa Marta.

Y existe lo que podría llamarse una posición intermedia, defendida por el Pibe Valderrama, que dice que el nuevo estadio podría construirse en el mismo lugar del Eduardo Santos.

Así las cosas y ante posiciones irreconciliables, algunos sugieren hacer un plebiscito y que sea la gente la que decida que debe hacerse.

Para comenzar, no veo cuáles son los méritos para querer conservar una estructura vetusta, peligrosa y sin valor histórico. Muchos de los que hoy abogan por la conservación del vetusto escenario, no habían nacido cuando el Unión Magdalena tuvo su primera y única estrella en el año 1968, que es quizás la única hazaña deportiva del fútbol samario.

Esta no es una decisión que deba someterse a consulta popular. Esta iniciativa corresponde a un plan de ordenamiento y modernización de la ciudad, que es un tema más técnico que de masas.

Sería insensato oponerse a dotar a Santa Marta de escenarios deportivos modernos que contribuyan a la promoción del deporte entre nuestros jóvenes.

Mi única preocupación es que estas inversiones terminen siendo elefantes blancos, que no están a tono con otras necesidades más prioritarias de Santa Marta. Sólo hay que mirar el abandono en que quedaron algunos de nuestros escenarios deportivos, como por ejemplo el Polideportivo y el estadio de béisbol Rafael Hernández Pardo.

Considero que la cuantiosa inversión que va a hacerse en estos escenarios deportivos, además de cumplir con una función de promoción del deporte, sea una inversión rentable; es decir, que además de cumplir una función social genere ingresos para la ciudad.

No podemos repetir la experiencia de tener escenarios deportivos abandonados que dan una mala imagen de la ciudad, que casi nadie utiliza pero que demandan gastos.

El diseño e implementación de un concepto adecuado es lo indicado para evitar que estas experiencias negativas vuelvan a repetirse.

El fútbol es hoy un negocio de grandes capitales y en donde a los jugadores hay que pagarles bien. Ya no es como antes donde se jugaba por amor al deporte, aunque el club no pagara los salarios.

Un estadio de gran capacidad de público y moderno es condición necesaria para que nuestro glorioso Unión Magdalena, o algún otro equipo, logre obtener el apalancamiento financiero que le dé sostenibilidad y lo conduzca al éxito deportivo.

Ojalá este mismo celo demostrado en la preservación de nuestro patrimonio, se expresara con la misma intensidad en otros temas que también son importantes para la ciudad y en los cuales pareciera que estamos resignados a nuestra suerte.