La paz y el constituyente primario

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Arteaga España

Carlos Arteaga España

Columna: Opinión

e-mail: carlosarteaga90@gmail.com



Se inició el preludio de una transformación en el escenario institucional, social, económico y político, se oponen intereses del país político y el país nacional, este último no puede quedar marginado de la discusión de la paz, esta debe estar en la agenda de todos los líderes y comunidades sin distinción de credo, raza, color, opinión, si queremos una paz incluyente se debe involucrar a ese grueso de ciudadanos que respaldaron al señor presidente y ese otro sector que acompañó al señor Zuluaga, así como al resto que respaldaron otras opciones.

Por lo anterior preocupa que el fiscal oficiosamente abriera las puertas al Gobierno para obviar los compromisos adquiridos de refrendación popular (que no necesariamente debe ser los expresos consignados en el artículo 103 de la C.N).

De ello resultara extraño que del cubilete mágico se extraiga una fórmula ajena al sentir popular, pues lo que el precitado funcionario propuso sin rubor es un desprecio al Constituyente primario privilegiando a un grupo de "iluminados "que se suponen deben conocer lo que el pueblo quiere o es un temor a enfrentarse al expresidente Uribe en franca lid quien ha demostrado que puede desestabilizar al Gobierno y ganarle en una eventual refrendación popular a favor del no.

Si bien el mecanismo constitucional y legal pueden resultar inviables para la urgente necesidad de la Paz, jamás podemos aceptar que se establezcan reglas de juego que dejen al margen a quien por derecho propio e inalienable le corresponde decidir su destino. En estas materias nos guiamos mejor por Rousseau y Kant, que por Platón.

Analizando el escenario la constituyente (art 374 C.N.) que proponen los antagónicos Farc-Centro-Democrático-el Partido de la U creemos debe ser la ruta. ¿Qué es riesgosa? pues sí, dada la tentación de ciertos sectores, que aspiran a pescar en río revuelto para sacar dividendos sinuosos y torticeros que en nada ayudan a darle la fisonomía al querer primigenio y la causa determinante: la paz. Por ello en la hora de ahora debe reclamársele mayor control e ilustración al ciudadano.

Lo que está en juego en La Habana no tiene precedente en la historia de nuestro país, pues jamás se habían tocado aspectos tan sensibles a la sociedad colombiana (víctimas, reparación, narcotráfico, propiedad rural, oposición política, etc.) amén de que el grupo guerrillero es uno de los últimos bastiones de un modelo ya extinto que pretendió crear un nuevo orden encabezado por un proletariado con conciencia.

Recordando al presidente Franklin Delano Roosevelt quien en épocas aciagas de Norteamérica quien sentenció: "a lo único que tenemos que tenerle miedo, es a tener miedo". Este es un momento decisivo de nuestra historia para luchar contra los temores.

El texto constitucional de 1991 no ha tenido el desarrollo esperado, seguimos siendo un país de enormes injusticias y desigualdades, la corrupción no cede en ninguna de las tres ramas del poder público, los órganos de control en cabeza de funcionarios al servicio de causas políticas ajenas el deber constitucional y legal, la oposición mancillada y perseguida por los gobernantes de turnos (paradójicamente, los perseguidores del polo y la izquierda, de ayer, padecen la persecución hoy de otra derecha más refinada).

Con estos hechos palpables, no veo que más podemos perder, donde algunos ven fantasmas y miedos debemos ver oportunidades de transformar -así sea parcialmente- este panorama sombrío. Las futuras generaciones se merecen la oportunidad de vivir en un país distinto. Hay que dejar el miedo al lado, aun cuando el Centro Democrático explote con sentencias apolíticas el miedo de los colombianos. Y no sin cinismo dicen luchar por la patria. Nos toman por ingenuos.

Toca defender la paz como posibilidad real de construir una sociedad distinta, pero con la participación activa del constituyente primario. Sin este carece de legitimidad y está condenado al fracaso. Eso lo saben las Farc, Uribe, y Santos. Si el presidente olvida este compromiso adquirido desde el inicio de los diálogos y luego ratificado en las justas electorales, podrá recibir el nobel de paz, pero pasara a la historia como el más grande mentiroso de que se tenga noticia en estas tierras, amén de que será una paz de bello y elegante barniz, pero con serios problemas de consistencia interna. En fin será una infamia.