Yo soy (el vengador de) Charlie

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Si la capital del mundo es París, como decían los ofendidos franceses el domingo pasado, es porque medio mundo no queda en el mismo mundo de París: es porque las antiguas colonias europeas en África, Asia y América del Sur, pueblos en la retaguardia de las decisiones globales, relegados, por ser considerados incapaces de gobernarse a sí mismos y a otros, sencillamente no existen. (Dentro de ese otro planeta fantasmal está Colombia, que no se olvide: no porque haya muchos fantasiosos aquí que se occidentalizan de imagen y semejanza seremos tratados igual a los protagonistas de los centros universales de poder.

Eso no funciona así). De cualquier manera, París no es la capital del mundo, señores de Francia, porque el mundo entero no está conformado solo por ustedes, ni piensa como ustedes, ni apoya lo que hacen ustedes por ahí.

Por supuesto que, como cualquier otro ser humano que piense en la dignidad de esas palabras, estoy en absoluto desacuerdo con las formas violentas, como la utilizada contra la sátira semanal Charlie Hedbo en días previos. Ni siquiera las máximas autoridades del Islam han osado justificar de forma alguna lo que pasó: se trató de un grupo de guerreristas que no mucho tienen que ver con el mensaje de paz de su creencia religiosa.

Terrorismo es terrorismo, venga de donde venga, de un grupo de encapuchados resentidos con su propia sociedad (en la que nacieron y crecieron) por el trato recibido en el metro, en el colegio, en el día a día…, o venga de Estados, como el francés, que, debido a una sesgada comprensión de la historia, están convencidos de que la intervención en ciertos países es la respuesta a todas las preguntas de la vida. Y que no debe esperarse que haya ningún tipo de reacción por ello.

Como están las cosas de fanatizadas, cualquier cosa que diga puede ser interpretada como un respaldo, o como apología, a lo hecho por los criminales esos. El lector inteligente entenderá que no es así, aunque esté en desacuerdo conmigo en lo de fondo. Por lo contrario, se trata apenas de machacar que nada pasa porque sí, y que, en ese sentido, hablar de la libertad de expresión en este caso es una distracción tan grande y hueca como la torre de París.

Pues considero que no es este un problema de libertades (que en Francia nunca han sido tan absolutas como las quieren hacer ver ahora), sino de desprotección e irrespeto a los derechos de las minorías, que, en el país del atentado están conformadas en su mayoría por ciudadanos nacidos en su suelo, sí, pero con orígenes étnicos en el Norte y las profundidades de una África que nunca dejó de serlo, aun cuando esté asentada en Europa.

Es muy fácil hablar de tolerancia en general y exigírsela a los ciudadanos de Francia sin importar su origen, pero no es nada llevadero para el musulmán nacido allí ver cómo, por más que pase el tiempo y la convivencia, nunca será más que objeto de destrucción moral por parte de, entre otros, quienes se ven superiores a los inmigrantes de hambre desde su cómoda posición de izquierda indefinible -irresponsable-.

Esa licencia para ofender, en últimas, no es sino una derivación absurda de las participaciones galas en bombardeos sobre pueblos hermanos de esos franceses de segunda. ¿Qué esperaban en "la capital del mundo"?, ¿un poema? Presenciemos ahora la venganza de ese pequeño mundo, tan solidario entre sí (tan olvidadizo, sensiblero y auto-indulgente): el civilizado.