Gente ordinaria como usted y como yo

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



El gerente del supermercado observó que la fila en una de las cajas registradoras era muy larga, y decidió abrir otras dos; para sorpresa suya los clientes no se movieron de la fila.

Los clientes preferían la larga espera para leer el pensamiento del día que Roberto diligentemente colocaba en las bolsas de los clientes. Roberto era empacador en el supermercado y tenía una gran cualidad: quería hacer una diferencia en el mundo sin importar que tuviera Síndrome de Down. Fue su propia idea y buscó la ayuda de su padre para lograr arrancar una sonrisa de la gente, y por qué no hacer sus vidas más felices.

Es una historia real que he escuchado un par de veces, y que no solo me ha enternecido e inspirado sino que además me lleva a reflexionar cuando siento que no puedo hacer algo.

La historia de Roberto nos enseña que el mundo lo cambia gente ordinaria que hace cosas extraordinarias, y que no debemos pasarnos la vida esperando a que aparezca alguien extraordinario que haga lo que perfectamente podríamos hacer nosotros, o que haga por nosotros.

Recuerdo que cursaba tercero o cuarto bachillerato y era parte de un grupo llamado Juventud Cristiana; este grupo decidió ayudar a construir una escuela en El Pando en Santa Marta. Visitamos todos los colegios de la ciudad y pedimos ladrillos a los estudiantes, los cuales recogimos otro día. Hablamos con la entonces primera dama del departamento Mónica Pinedo de Lacouture para que la gobernación nos facilitara un camión de obras públicas y poder recoger los ladrillos en todos los colegios y llevarlos a El Pando. Efectivamente, el gobernador Alfredo Lacouture nos prestó un camión de volteo con chofer y gasolina incluidos.

Todos los del grupo quedamos con las manos llenas de ampollas y el cuerpo adolorido de tanto subir y bajar ladrillos pero el resultado de este pequeño esfuerzo colectivo en el que participaron muchas personas fue muy satisfactorio.

Se me ocurre que la gente extraordinaria no existe, o dicho de otra manera, son gente común y corriente, gente ordinaria que quiso hacer algo extraordinario. Tal vez lo sugestivo del término extraordinario nos paraliza porque creemos que sólo lo heroico o grandioso califica como tal.

Una interpretación más ajustada a nuestra condición humana es la de simplemente hacer algo que no es lo normal. El pensamiento del día de Roberto no era más que un papelito colocado en una bolsa de mercado, lo cual dista de ser algo heroico o grandioso o brillante; sin embargo era un simple, genuino y creativo gesto que alegraba el día de muchos. Esto es extraordinari

En el caso del grupo Juventud Cristiana, gobierno, estudiantes y los moradores del barrio El Pando, nos unimos para hacer una diferencia en esa comunicad. Muchas veces, resolver los problemas no es asunto de dinero sino de voluntad. Comparto estas historias porque vivimos en un mundo sediento de inspiración para hacer el bien.
El mundo ya tiene suficiente inspiración para hacer el mal en los fundamentalismos de todas las vertientes y sabores. Me uno al rechazo mundial a la barbarie ocurrida en París a manos de unos fundamentalistas musulmanes.

Los dejo con el pensamiento del pastor protestante Martin Niemoeller "Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Después vinieron por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí".



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