Ser mendigo, sí paga...

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Escrito por:

Jorge Giraldo Acevedo

Jorge Giraldo Acevedo

Columna: Opinión

e-mail: jgiraldoacevedo@yahoo.es



Cuando se observa el problema por el aumento de la mendicidad en todo el país, este amerita hacer un análisis de la realidad económica sobre el rebusque de un limosnero apostado en un semáforo en cualquier vía de las principales ciudades colombianas.

El resultado es el siguiente: si un semáforo cambia de color cada 30 segundos, por cada minuto, el mendicante tiene ese tiempo útil para facturar, sin IVA, mínimo $200. Con este esquema matemático, en una hora de trabajo habrá recaudado $12.000 y si esto lo hace ocho horas por día, descansando los domingos, da un promedio de 25 días por mes, lo que deja una facturación de $2.400.000 mensuales. ¿Será que está es una cuenta absurda y algo despreciable?

Ahora bien, $12.000 por hora es una suma razonable, porque las personas que colaboran no siempre dan sólo $200. Sin embargo, asumamos que el mendigo sólo recauda la mitad de la cuenta inicial, es decir, $6.000 por hora. Así las cosas, haciendo nuevamente las cuentas, tendremos un valor final de $1.200.000 al mes, suma que equivale al salario promedio de un profesional colombiano que trabaja 48 horas por semana en una empresa corriente.

La mendicidad, aunque es una modalidad de rebusque que se observa más en Bogotá, también se presenta en otras importantes ciudades colombianas como Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, Manizales y las ciudades turísticas de Santa Marta y Cartagena.

Además del rebusque de un limosnero ubicado en un semáforo de cualquier ciudad colombiana, debemos tener en cuenta la legión de mendicantes que forman algunos menores de edad inducidos o secundados y explotados por personas mayores de edad que los vigilan de cerca y cada media o una hora les exigen aquello que han recogido.
Existen casos de mendicidad que la ejercen falsas madres de familia; mujeres que se presentan ante los ojos de la "clientela" con 2 ó más niños.

También se encuentran en el ambiente de los limosneros, ancianos que en algunos casos, al igual que con los menores de edad, son inducidos, secundados, explotados y muy bien controlados por otras personas.

En cuanto a los mendigos lisiados, su historia de combate es por norma casi general la supuesta necesidad de una operación que deben hacerles en el país y en algunos casos, en una ciudad de los Estados Unidos.

A la anterior modalidad del rebusque hay que agregar la de los falsos lisiados. Estos individuos acuden a las más nauseabundas formas para demostrar a los ojos de la gente que sufren de una grave enfermedad o limitación; no son escasos los que utilizan un pedazo de hígado para simular una incurable e impresionante úlcera.

Resulta difícil creer que exista un grupo importante de mendigos vergonzantes, que podríamos calificar como la oligarquía mendicante. Son individuos de buena posesión social, venidos a menos por cualquier ocasional infortunio y que luego de recibir ayuda de la sociedad se acostumbran y no cambian de ocupación.

Y la más grave y delicada situación, por la creciente mendicidad, está a cargo de sujetos que piden a la brava y que si no les da, se tornan agresivos.

Este grupo, por norma casi general, aduce que acaba de salir de la cárcel, ser un drogadicto en franca recuperación, un exguerrillero, exparamilitar o exsecuestrador, que intimida a la gente con una mirada violenta.
En definitiva es que de los limosneros nadie se escapa debido a que tienen su campo de acción en las principales vías públicas de las diferentes ciudades, establecimientos públicos, restaurantes, buses de transporte público, en el Transmilenio, cementerios, iglesias, santuarios y en las terminales de transporte terrestre y aéreo, además, como se demostró con el caso de los mendicantes vergonzantes, llegan hasta nuestros lugares de residencia.

Todo esto demuestra que en Colombia ser limosnero sí paga. Así que a manera de sana reflexión y por su economía personal, no colabore con la mendicidad porque recuerde muy bien "Dios no paga las limosnas" y detrás de la mayoría de los mendicantes se mueven las más viles organizaciones delictivas.