¿En qué cantina inflas?

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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



La del título era la frase con que un borracho acusaba a Mario Moreno en plena actuación, de borracho, cuando el gran cómico iniciaba su carrera de hablar indescifrable un poco a lo silvestre, en medio de las carpas que al efecto eran dispuestas en la capital mexicana.

Del cercenamiento parcial y la fusión de las palabras que conforman la oración surgió, como respuesta espontánea de Moreno a la pregunta que hacía alguien en ese mismo momento sobre su nombre, el que sería el más conocido y recordado de todos en su especialidad: Cantinflas.

He visto, durante estos días de asueto, algunas de sus películas en la televisión nacional, pero la anécdota referida está expuesta en el filme biográfico que se estrenó en 2014 sobre la dramática e intensa vida del genio de la risa, cuyas pelis exudan todavía esa frescura y perenne originalidad que hizo, no famoso, sino poderoso a aquel hombre surgido de la entraña popular.

Alguna vez escuché a alguien decir que "la vida es una comedia para el que piensa, y un drama para el que siente".

Puede ser. Casi siempre es mejor negocio utilizar el cerebro en cualquier situación; de hecho, estoy convencido hoy más que nunca de que el verdadero sentido del humor es asunto intelectual a más no poder, producto exquisito de la capacidad de síntesis y de deformación constructiva de la realidad, de la flexibilidad suficiente para poder ver el lado ridículo de las cosas (incluidas las dolorosas), y del optimismo, que es la forma más elevada de la inteligencia, porque, hombre, a pesar de que una situación sea abiertamente mala, todavía puede ser mejor que la que viene: es mejor reír ahora, antes de que todo sea peor.

No me refiero, desde luego, al humor dañino, el cual es más bien fruto de la ignorancia, la violencia y la vulgaridad; eso no es comedia vital, sino chabacanería, pues está basado en lo contrario a la razón humana.

Mario Moreno, un realista que siempre se preocupó por conocer más, y que era un dictador sobre su propia vida, inmortalizó a uno de los tipos humanos de su medio inicial: el hombre pobre promedio en el México de la época.

Lo interesante de esa representación, el valor agregado, la contribución de Cantinflas está en la elaboración de un personaje llamado por el inmovilismo social de una más de las sociedades latinoamericanas a ser simplemente nadie, y que, jugando con la paciencia del destino, no se resigna a "ocupar su lugar". Suena más sencillo de lo que realmente debió de haber sido la construcción de tan extravagante carácter; lo que se percibe como fácil a veces ha costado mucho hacerlo.

Cantinflas, personificando a Cantinflas, y haciendo de picapleitos algo cobarde, de presumido y gracioso perdonavidas, de conquistador irresistible de cuanta mujer conoce, de entrometido desfacedor de entuertos, y hablando con esas palabras rebuscadas cuyo sentido cambia a placer, a medio pronunciar, con la bufanda esa que no es más que un trapito que le cuelga del hombro, el pantalón cayéndosele, la pobreza exuberante, el hambre incluso, y aun así con ganas de desafiar al infortunio, de ir de igual a igual con la adversidad, sin pizca de resentimiento y antes bien socorriendo a sus menesterosos, suena apoco menos que a fórmula infalible contra la infelicidad, altamente recomendada para el año que esta mañana comienza, ojalá en la tibieza de la paz. Felicidades.



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