La movilidad y el transporte en Bogotá

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Gustavo Hernández López

Gustavo Hernández López

Columna: Opinión

e-mail: gusherlo@hotmail.com



Hoy por hoy los habitantes de la capital de la República han soportado con paciencia extrema, estoicismo manifiesto y resignación monacal este verdadero caos vehicular. En otra ciudad del planeta ya se hubieran manifestado los ciudadanos, hubiera habido protestas en las calles, de alguna manera la voz del pueblo se hubiera expresado, dado que a todas horas por donde uno vaya hacia el oriente, occidente, el norte o el sur es prácticamente intransitable Bogotá.

No importa la hora, pues es mañana, tarde y noche que se sufre las calamidades de este tránsito absolutamente enrevesado. Desde luego a las horas pico se avanza a paso de tortuga y por ende es preciso dedicar varias horas para cumplir citas, cumplir con los horarios de trabajo o para hacer diligencias. Pero además a veces se gasta más tiempo buscando parqueadero que en el mismo recorrido en automóvil particular.

Por eso a veces es más práctico y funcional tomar un taxi, pero a ciertas horas es bien difícil conseguirlo. De otra parte es riesgoso cogerlo en la calle, teniendo en cuenta la inseguridad que nos rodea. Siendo justos el servicio de taxi en la puerta con llamada previa se presta satisfactoriamente.

Para llegar en la noche a sus casas de regreso y para ir al trabajo en la mañana los empleados y trabajadores no solo tienen que dedicar dos horas de su precioso tiempo al transporte de ida y otro tanto al regreso sino que les toca someterse a la incomodidad, el peligro de ser despojados de sus pertenencias, las mujeres manoseadas y acosadas, por cuanto el servicio público de buses está desde hace unos tres años para acá, es decir durante esta última administración totalmente al garete.

Pero infelizmente esa es la situación sin exageración que estamos padeciendo los residentes en la metrópoli colombiana. Es seriamente lamentable. Ojalá con otro burgo-maestre las cosas cambien. De ahí la importancia de la próxima elección de Alcalde.

Los tres últimos gobernantes de Bogotá se dan la mano en el sentido de que entre los tres no se hace uno que valga la pena. La ineficiencia, la ineptitud y la mala gerencia han sido el común denominador de estos últimos once años de ingobernabilidad. Hemos ido de mal en peor.

El Transmilenio en Bogotá fue al principio durante el primer año, modelo de transporte masivo, hasta el punto de que vinieron funcionarios y alcaldes de muchas ciudades importantes del mundo a ver su funcionamiento, toda vez que era un ejemplo de seguridad, rapidez y comodidad. En efecto daba gusto utilizarlo.

En Santiago de Chile a semejanza de Bogotá lo pusieron a funcionar, contando con la asesoría de Colombia. Tuvieron en un comienzo problemas de fondo, los cuales fueron superados, habida cuenta de que allí los administradores sí saben lo que es una responsabilidad.

Sin embargo en Bogotá cada día se incrementaba el número de pasajeros y seguían la misma cantidad de buses, las estaciones ya eran pequeñas para el flujo de gente que se movía en ellas, por consiguiente la gran demanda de viajeros, requería más articulados y una ampliación de las estaciones. En consecuencia no hubo mantenimiento ni sostenibilidad. Actualmente se mueven diariamente más de dos millones de usuarios.

Frente a esas realidades objetivas desde hace unos seis meses para acá se empezaron a traer más autobuses y se ensancharon algunas estaciones. Todo ello a raíz del problema de verdadero desorden y anarquía que se vivía y que aún se vive en este sistema de transporte público. Lástima que no nos anticipemos a los hechos y que no planifiquemos ni tengamos visión futurista.

Tanto Lucho Garzón como Samuel Moreno y desde luego Petro han prometido el Metro, que aunque costoso puede ayudar enormemente a mejorar el servicio de transporte público masivo. En las grandes urbes, este servicio es extraordinariamente bueno, verbigracia en Paris, Londres, Madrid y Buenos Aires nadie duda en ir de un lugar a otro en esos trenes urbanos. Funcionan como un relojito.

Si se materializa el proyecto del metro, articulado con el Transmilenio y con los otros buses que están recorriendo Bogotá, esto es un sistema o un plan integrado, se podrá organizar el servicio público de transporte para quienes viven en esta ciudad. Esperemos que de esa manera por lo menos sea éste más ágil, más confortable y que no cause tanta pérdida de tiempo.

Los trenes suburbanos de cercanías proyectados con Facatativá y Soacha también contribuirán sustancialmente a que los pobladores de esos municipios conectados a Bogotá por razones de trabajo, mejoren sus condiciones de movilidad.
Seamos optimistas respecto del porvenir en estos aspectos comentados, siempre y cuando sepamos elegir el Alcalde que se merece Bogotá. Será el único modo de que pueda recuperarse la Atenas suramericana del retroceso que se produjo en estas tres últimas administraciones.