Estampas para el recuerdo y la nostalgia

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Al releer uno de los relatos que incluí en mi libro 'Espejos astillados de la memoria' me hallé delante de una estampa de la Santa Marta antigua. Hay otras imágenes que merecen rescatarse, por lo grato que nos resulta el reconfortante ayer.

La Santa Marta de otros tiempos es un inagotable cofre de recuerdos. Hay muchos sitios que invitan a la añoranza; naturalmente, otros han desaparecido.

Por ejemplo, el Cine La Morita: toda su área está ocupada hoy por el Almacén Éxito del centro.

Con la eliminación de La Morita se acabó una de las diversiones que alegraban la vida de los samarios, se dijo adiós a los 'cines de cielo abierto' en los que comenzaban las películas sin haber oscurecido y los espectadores oían voces pero no veían nada; cuando empezaban a aparecer las imágenes ya la trama se había desarrollado en gran parte. Entonces: a reconstruir mentalmente el inicio hasta empalmar con las primeras sombras en la pantalla.

Aún así, el público se peleaba un puesto en las largas bancas del salón; no pocas veces había que altercar con la dama que llegaba temprano y a su lado colocaba carteras y otras prendas bajo la severa advertencia: ¡Esos puestos ya están ocupados! La Morita, en épocas de Carnaval, se volvía salón de baile para competir en alegría con el Cine Colonial y La Casa Blanca.

Si solo se pensaba en cine, quedaba la opción del Rex, en la carrera 3 entre calles 17 y 18. Tenía la ventaja de convertirse a menudo en tinglado para boxeo y, además, allí se podía entrar con la entrega de sobres vacíos de una conocida marca de café.

El Cine Variedades era cosa aparte. Tenía un sector entechado para distinguir la luneta de la galería. Congregaba a un público que bajaba de los barrios del norte, otro que subía de los sectores del sur y se confundían con los moradores del centro.

Siempre me pareció que las películas exhibidas en ese cine eran de "mejor cartel" que las de los otros. También funcionó en el centro el Cine Paraíso, situado en la calle 12 (de la Cruz) entre carreras 4 y 5. Tuvo una vida relativamente corta y hoy muy pocos samarios recuerdan su existencia.

Del Teatro Santa Marta no daremos detalles aquí, por tres razones: 1. Nunca tuvo el encanto de los cines destechados. 2. Fue un verdadero teatro más que un mero cine. 3. Siempre tuvo aire acondicionado.

Hay que reclamar, eso sí, su pronta recuperación porque le hace falta a la vida cultural de Santa Marta. ¿Los cines de los barrios? Tuvieron sus propias historias, dignas de separar de las de los salones del centro de la ciudad. Para ellos habrá otras cuartillas algún día.

Pero también se asoman al recuerdo calles y rincones antes frecuentados y hoy abandonados a la sombra de la desidia de los dirigentes de turno. No creemos que aún haya suicidas que se atrevan a transitar por la calle de Cangrejalito (calle 10 B) desde la carrera 4 hasta la playa a partir de las siete de la noche.

Y pensar que fue una vía de intenso tránsito peatonal en los años tranquilos de Santa Marta, cuando por esa ruta familias enteras iban hasta el Camellón y regresaban con el olor de yodo marino impregnado en sus narices. Olor, hemos dicho; porque en Santa Marta, aunque parezca increíble, en sus calles todavía había aromas.



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