Constructor de realidades

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Escrito por:

Jorge García Fontalvo

Jorge García Fontalvo

Columna: Opinión

e-mail: jgarciaf007@hotmail.com



Sí el estudiante construye a partir de la resolución de problemas reales y de conocimiento, ¿acaso no debemos tener una construcción investigativa los profesores? El interrogante anterior (planteado por el tutor de un diplomado en reforma curricular que adelanta la UCC), me motivó a reflexionar nuevamente acerca del rol del maestro de hoy.
En junio de 2012, en esta misma columna, ya había hablado algo al respecto, más, ahora deseo agregar un elemento que no mencioné aquella vez. "El maestro de hoy como motor de la construcción de realidades".
La construcción de conocimiento a partir de la investigación es una tarea ineludible del profesor, y en general del ser humano como especie, pues hace parte de su actividad consciente.
El interés y la curiosidad que despertaban en el hombre primitivo los fenómenos naturales y las situaciones que se apreciaban en el entorno, hacían que éste buscare respuestas a todo aquello que desconocía. Y en ese afán, la mayoría de las veces, visualizaba concepciones erradas de la realidad.
La curiosidad, aunque un tanto devaluada en la actualidad, guio y ha guiado a la humanidad en el camino de la construcción de conocimiento desde el inicio de los tiempos. Hoy conocemos más de lo que conocieron los antepasados, y por ello, lo que antes atemorizaba ahora simplemente revela realidades y nos acerca al conocimiento infinito del universo.
Si el aprendiz construye conocimiento a partir del estudio de la realidad que le rodea, con más razón el maestro debería ser un estudioso exhaustivo de la proximidad aparente que visualiza con su inteligencia.
Por naturaleza el maestro es constructor de conocimiento y realidades, por lo tanto, no puede existir excusa valida que lo aleje de esa labor. Si se niega el derecho a ser curioso, o decae el interés por encontrar respuestas a lo que no conoce, niega la realidad misma de las cosas que hacen parte del mundo incierto que el hombre ha descubierto, y en consecuencia, niega la propia realidad del ser humano: La realidad de descubrir y conocer más allá de lo que dicta su inocente consciencia.
Se investiga para conocer y construir, y se construyen realidades a partir del conocimiento del entorno que se somete a escrutinio. El hombre lo hace desde el mismo momento en que siente la pálida luz que se filtra incómodamente entre sus parpados, unos segundos después de haber llegado a este mundo.
Luego, durante la infancia, la adolescencia, o en la misma madurez, con o sin ninguna intención definida, continúa el proceso de reconocimiento del mundo que le rodea. La investigación es pues una actividad propia de la consciencia humana, una necesidad, una responsabilidad, no una actitud ajena al pensamiento.
Se buscan respuestas razonables para satisfacer el deseo de curiosidad que alimenta el esquema genético que identifica a la especie, o para alimentar el espíritu y crecer. Se buscan respuestas, porque sin respuestas nada somos, o porque simplemente es necesario resolver lo que no ha sido resuelto.
Si el estudiante lo hace cuando impulsamos la mágica llama que inunda el deseo de aprender, ¿por qué no hacerlo nosotros que somos los responsables de mantener aquella llama encendida? Excelente pregunta, y en todo caso, la respuesta es: el profesor debe mantener una actitud acorde a su naturaleza y profesión, y la investigación hace parte de su propia naturaleza.
Si fomenta el deseo a investigar en sus alumnos, por obvias razones, el mismo debe ser un ingeniero constructor de conocimiento. Porque se construyen realidades aun cuando la misma realidad aparentemente interviene para impedirlo.
Es necesario mantener la llama encendida y el corazón dispuesto, para motivar la construcción de conocimiento que haga de este mundo, un mundo mejor.
El maestro de hoy es, en sí mismo, la llama que enciende el deseo de construir realidades que están más allá de la propia realidad.
El maestro es un gestor de conocimiento y un constructor de realidades inimaginables que se visualizan en derredor de aquellos que alguna vez guiamos.



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