Capacidad para decir "Yo soy capaz"

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Parece que en Colombia hubiese la necesidad de inventar cada cierto tiempo un eslogan para que, engañados por su constante repetición, encontremos soluciones a nuestros problemas. Dejo constancia del uso que hago de la palabra eslogan, que la Academia de la Lengua acepta con su horrible plural: eslóganes.
Pero no se trata aquí de disertar sobre la mencionada palabra sino de resaltar la excesiva difusión que se le está dando a la expresión "Yo soy capaz", promovida en estos meses como estrategia para "desarmar los espíritus" en un país en el cual el rencor y el deseo de venganza se alojan en la memoria y están dispuestos a aflorar en cualquier momento. Sin duda, el desarme, en sentido material o en forma metafórica, es necesario; y debería involucrar a todos los colombianos. Pero se nota que la expresión "Yo soy capaz" es, para muchos, una salida, una forma de parecer sinceros. Los políticos, principalmente, han encontrado en esta frase una oportunidad para mostrar ante el país una sensibilidad social que no tienen, que no hace parte de sus cualidades.
Es fácil decir "Yo soy capaz de…" porque nadie va a desmentir a quien así se exprese. Pero llegado el momento las cosas cambian. Ver a un personaje de la política nacional calzado con las botas de un humilde obrero solo puede causarnos risa. Bueno sería que ese funcionario (casi siempre lo es) se quedara con esas botas puestas y devengara el salario de miseria del esforzado trabajador.
Como la memoria es dinámica, y retrospectiva por supuesto, me viene al recuerdo el caso de Invercolsa (no confundir con InterBolsa). Un acucioso periodista se dio a la tarea de sacar cuentas y encontró que el inescrupuloso protagonista de este 'affaire' hubiera recibido de un solo golpe lo que un obrero con salario mínimo se ganaría si trabajara 91 años.
"Yo soy capaz". ¡Qué ridiculez! Los candidatos, cuando están en campaña electoral "son capaces" de abrazar a sudorosos obreros en su sitio de labor; también "son capaces" de cargar niños vestidos con harapos en cualquier barrio de invasión y hacerse tomar con ellos 'la foto de rigor'. Pero esos mismos impostores "no son capaces" de reconocer que en seguida corren a desinfectarse cuando la jornada proselitista finaliza. Lo que Colombia necesita va más allá de la difusión de lemas (en vez de eslóganes) que los medios de comunicación acogen con entusiasmo digno de mejores causas. Las palomitas pintadas en andenes y calles; los apagones voluntarios acordados a determinadas horas de la noche y otras actividades colectivas que son flor de un día, nunca van a remediar los múltiples problemas que nos aquejan. En conclusión, afirmaciones como "Yo soy capaz de perdonar, de ponerme en los zapatos del otro…" no nos solucionan nada. Lo único bueno de todo esto es que esas frases no sobreviven más de dos o tres meses: la imposibilidad de hacerlas realidad les guarda un lugar seguro en el olvido.