El mundo no es reciclable

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Escrito por:

Ignacio Pareja Amador

Ignacio Pareja Amador

Columna: Reflector Mundial

e-mail: reflectormundial@yahoo.com.mx

Twitter: @Nacho_Amador 



Algunos ya se adelantaron a dar el pronóstico de la Conferencia sobre Cambio Climático (COP 16): afirman que será un fracaso, dicen que no habrán consensos, que será una cumbre más.

Las voces parecen serias y orgullosas cuando emiten este juicio, no se dan cuenta de que esta previsión habla pésimo de todos; tanto de los que tienen voluntad -que no hemos logrado dar argumentos lo suficientemente convincentes- como de los que no la tienen, que se engañan a sí mismos al creer que el problema se resolverá por su propia cuenta, o en el mejor de los casos, juzgan que podrán resolver el apuro de manera unilateral.

Lo que no saben nuestros líderes mundiales o tratan de ignorar para mantener sus intereses económicos es que el mundo no es reciclable, razón por la cual no tendrá una vida útil para la humanidad después de las bastas transformaciones a las que lo hemos sometido.

Distintos estudios referentes al Cambio Climático nos revelan una cruda realidad: afirman que éste potencializa, aumenta y hace más agresivos a los fenómenos naturales como ciclones, tormentas, huracanes, etc. Cómo olvidar el huracán Catrina en EE.UU., los deslaves en Italia, el Huracán Paulina, Stan o Alex en México y Centroamérica, las terribles inundaciones en Pakistán o las sequías prolongadas en Etiopia.

En el país anfitrión de la COP 16 los desastres naturales han tenido altos costos económicos. De acuerdo con la Secretaria de Gobernación (Ministerio del Interior en México) este 2010 la temporada de lluvias y ciclones afectaron a 18 entidades federativas y tuvieron un costo económico de más de 45 mil 300 millones de pesos (algo así como 3,624 millones de dólares).

En el tenor de la conferencia hay dos temas, ligados por una condición de congruencias, trabados en un dilema de argumentos aparentemente válidos. Por un lado está el Protocolo de Kioto y la expansión para el periodo de su funcionamiento. Mientras que por otro lado está el reclamo que hacen las economías emergentes a los países industrializados en materia de "hacer verdes sus procesos productivos", lo cual requiere de inversión e investigación que podría detener sus avances en materia de crecimiento económico a bajo costo.

¿Cómo conciliar estas posiciones, ambas válidas pero perjudiciales para la colectividad mundial?

La respuesta a este cuestionamiento es tan sencilla como hacer valer reglamentos para una industrialización más amistosa para los países en desarrollo, así como promover una vida de consumo más racional en los desarrollados.

Hasta ahora han habido poco avances de la COP 16: se dice que podría haber pactos para el financiamiento y conservación de bosques. El Sistema de la Integración Centroamericana (Sica) llegó a un acuerdo para el fomento de estrategias de educación para generar una conciencia apropiada acerca del Cambio Climático en los niños, jóvenes y la sociedad en su conjunto. Si algo debemos tener en claro es que sólo ayudándonos mutuamente podremos salir victoriosos de este difícil reto, el cual golpea directamente nuestro principal objetivo como especie: la supervivencia.

La generación presente, nosotros, no tenemos la certeza de que podremos garantizar recursos naturales suficientes o un entorno digno a las generaciones futuras. Esta vez no serán las guerras entre los hombres lo que amenazará a nuestra especie, sino lo son nuestras actividades diarias, nuestros esquemas de producción, distribución y consumo, en pocas palabras, nuestros hábitos cotidianos. Los países que aún no alcanzamos el desarrollo tenemos la oportunidad de orientar nuestro crecimiento hacia nuevos rumbos, con costumbres distintas, más sanas, más verdes, quizá recordando la tradición de nuestros ancestros indígenas de respeto por la tierra y por el medio ambiente.

Seguramente este no es el tema del momento como el escándalo de Wikileaks que al corto o mediano plazo se olvidará o en el mejor de los casos quedará como una base de comprobación a lo que todos ya sabíamos: las embajadas norteamericanas tienen y han tenido un papel de espionaje e injerencia en los gobiernos de todo el mundo.

Éste, en cambio, es un tema que no puede quedar en el olvido, pues aplazarlo es sinónimo de pérdida en las oportunidades para contrarrestar el mal que le hemos hecho al planeta; es igual a perder los alfiles y caballos en un juego de ajedrez, y todo porque no hemos logrado crear una conciencia global que dé respuesta correcta a los problemas que se avecinan.



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