A los maestros del Magdalena

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Eliecer Avendaño Restrepo

Eliecer Avendaño Restrepo

Columna: Nueva Misión y Visión

e-mail: eliecerjoavre@hotmail.com



Cuando la razón y la verdad es nuestra bandera y levantamos nuestras voces y no hay soluciones. Entonces se enciende en nuestro pecho el fuego de la protesta, se agudiza nuestra mente y nuestro ingenio, creamos al calor del desespero y la angustia empresas imposibles que solo héroes, son capaces de emprender.
El 24 de septiembre de 1966, a las 9:15 a.m. partieron de la plaza de la Catedral de Santa Marta aproximadamente 600 aguerridos maestros, dispuestos a enfrentar todas las peripecias que significaba marchar hasta Bogotá. Alegres y bullangueros como buenos caribeños, iniciamos la marcha, con propósitos claros y metas trazadas que todavía recuerdan las montañas y valles del país, pero que posterior a 48 años de ocurrencia de ese magno evento, solo en este día se agolpan en las mentes de algunos pocos, el agradecimiento a quienes llevaban en alto la bandera de la pujanza de nuestra tierra y regaron las carreteras de la patria con su sudor y sufrimiento sin egoísmo en beneficio de todo el magisterio y principalmente del pueblo colombiano. Caminábamos unidos por la desgracia y la esperanza, caminábamos por el pundonor, la dignidad del maestro, por lo que significa la educación para nuestra gente, adormecida por las promesas de siempre. En las carreteras colombianas tomábamos las fuerzas del convencimiento de que nuestro esfuerzo no era en vano y a lo lejos la luz de la solución iluminaba una salida para nuestros problemas. Íbamos cantando, hacían coros nuestros viejos recuerdos, nos empujaba suavemente la mirada enternecidos de nuestros alumnos y nos animaba nuestro pueblo que observaba como se despedazaba el futuro del departamento que solo puede ser construido por la educación. En el Magdalena los niños perdieron la sonrisa y cada día se les encogía más y más el saber, ellos corrían anhelantes y sudorosos por los polvorientos campos buscando afanosamente aprender, pero su esfuerzo era inútil y caían exhaustos con los ojos vidriosos por la espera de las clases en sus escuelas.
Son tan lejanos los recuerdos que se pierden en la bruma del olvido y cada día desaparecen porque su existencia no la alimenta quienes la vivieron e incomodan a quienes nunca podrán mostrar su participación en una gesta tan grandiosa, por la defensa del bien más preciado y significativo del desarrollo social: La educación.
Falla la memoria gaseosa de lo social, hechos apagados perdidos en lo más profundo del abismo del abandono, acercándose cada 24 de septiembre a desaparecer en lo onírico de la fantasía de las simples remembranzas, cercano al soplo del viento impulsado por el dios del abandono hacia el no existir, a desaparecer, a desintegrarse en el tiempo ya que no existen las conquistas, ya no queda nada de la gran gesta, la marcha ha finalizado, solo vive en las mentes envejecidas de quienes en todos los rincones de la patria recibieron una nueva luz de esperanzas en la búsqueda de las reivindicaciones de sus derechos. Fuimos a cobrar diez meses de sueldos, ganamos la reivindicación del magisterio colombiano.
Cuando los jefes de Brigadas llamamos a lista y decimos nombre por nombre algunas veces tenemos que repetir y llamar en voz alta y solo responde el silencio, un silencio sepulcral, de alguien que no está en este mundo físico, pero que todavía cree en la reivindicación de la educación y que su esfuerzo no fue en vano, por eso en esta fecha, solicitan permiso al Creador para deambular por las carreteras de Colombia y todo los que los sienten saben que solo obtendrán la tranquilidad cuando nuestro pueblo tenga la Paz, oportunidades, y sobre todo convivencia.
Ha sido difícil ver como las grandes conquistas obtenidas se fueron perdiendo, la Marcha y los marchantes se hicieron invisibles y se convirtieron en lo común, los principios se olvidaron y las diferentes Juntas Directivas del Sindicato no interpretaron ni sentían como suyo el legado de la propuesta de ampliación de la Cobertura y mejoramiento de la Calidad educativa, con fundamento en el salario profesional del Maestro, para poder participar con elementos capacitados en tecnología de punta y evitar los lucros cesantes y la plusvalía en la educación y los educadores .
Vivir la Marcha del Hambre y sentirla hoy, tiene un gran significado, pero es necesario que los recuerdos no se pierdan, pero es mucho más importante que sirva como base para nuevas conquistas en beneficio de la Educación Pública y del Maestro que debe tener una visión más amplia y una misión coherente frente al desarrollo sostenible en defensa de la herencia cultural, la promoción de la Convivencia ciudadana y la cultura comunitaria, teniendo como principio la participación con soluciones, pero con beneficios compartidos, que eleve al educador a gestor del progreso final de la civilización del siglo 21, pero con salarios acordes a su profesionalización en la construcción de nuevos acervos sociales, educativos, políticos y económicos.
Nuestro sudor, nuestra sangre, nuestro sacrificio, nuestro desgaste físico lo ofrecimos por una Educación formativa, que ofreciera oportunidades a los marginales, a los pobres, a los indígenas, a los afros, a los blancos, los ricos y a todos los colombianos. Nuestra lucha es por la reivindicación de los campesinos, empleados, obreros, estudiantes, profesionales y se adentra en el alma pura del verdadero colombiano que ve con asco las barbaries de los violentos y los arraigos que tiene la corrupción en el Estado, el Gobierno y la Nación Colombiana.