Los buenos tiempos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Por estos días he leído varias columnas en donde se ataca el papel de los Estados Unidos de América en nuestra historia republicana. Que el Canal de Panamá, que la Drummond, que Chiquita, que la United Fruit Company y la matanza de las bananeras, y todo un memorial de agravios bastante extenso, que tomaría varios volúmenes consignar debidamente.

Pienso que cuando la historia se interpreta desde posturas ideológicas, realmente se corre el inmenso peligro de hacer más daño que bien. Además, como afirma Bernard Lewis, cuando los pueblos van por el camino equivocado, tienen dos alternativas. Una, preguntarse quién nos hizo esto y la otra, que fue lo que hice mal y que es lo que necesito hacer bien para cambiar mi destino. La primera alternativa produce paranoia y teoría de conspiraciones, y la segunda desarrollo y progreso.

La primera alternativa, se arropa de grandes ideologías que expían culpas y se queda en la sin salida de las explicaciones, mientras que la segunda lleva a políticas muy concretas que bien aplicadas logran traer progreso. Las columnas a las que hice mención, caen en la primera alternativa. Los "gringos", los "yanquis" tienen la culpa de lo que nos pasa, pobrecitos nosotros, víctimas del imperio, etc. No con esto quiero negar, que se hayan cometido atropellos por parte de algunas transnacionales estadounidenses, esto es innegable. Lo que no podemos hacer, es culparlos de estar tercamente anclados en el subdesarrollo.

Estas posiciones, de claras raíces socialistas, comienzan por contar la película desde el momento que ellos creen que les favorece ideológicamente. Pues, tomemos un hecho histórico que en el Magdalena ha dado hasta para inspiraciones épicas: la famosa bonanza bananera, cuyo momento culmen fue la matanza de 1928 -todavía nadie sabe cuántos muertos fueron y nos movemos entre las cifras míticas y las dudosas cifras oficiales-. Pero comencemos la película por donde debemos comenzarla, por el principio.

Colombia, no era un país de tradición bananera. Eso no estaba en los planes de nuestra dirigencia. A raíz de los múltiples problemas obreros, que las transnacionales bananeras estaban experimentando en América Central, estas mismas multinacionales traen el negocio a la Zona Bananera donde esperaban encontrar un ambiente menos sindicalizado. Este es el comienzo de la famosa bonanza que todavía hoy nos genera melancolía. Los "gringos" fueron quienes crearon la industria del banano en el Magdalena, de la cual todavía hoy viven muchas familias. Esas multinacionales fueron las que asumieron los costos de crear la infraestructura necesaria para hacer de la industria del banano una realidad. Que nosotros no supimos aprovechar el cuarto de hora, es otro asunto.

O, ¿es que acaso se nos olvida, que también se cuenta que en esos tiempos era tal la bonanza, que el pueblo bailaba cumbia quemando billetes en vez de velas? Este acto, tiene que ponernos a pensar mucho sobre como malgastamos la bonanza. Esta misma mentalidad, dio al traste con el imperio español, está dando al traste con Venezuela y podría pasarnos -nuevamente- con la ya anunciada bonanza minera. Los ingresos de las bonanzas pueden utilizarse para consumir glotonamente o para invertir en desarrollo. Las naciones vecinas de España se industrializaron de la mano del consumismo español, y cuando España dejo de ser imperio, no le quedó nada. En el Magdalena, el dinero de la bonanza no se invirtió en generar otras perspectivas de desarrollo para la región. Se invirtió en francachelas y derroches estrafalarios.

Era absurdo pensar que la bonanza bananera iba a durar toda la vida. Máxime cuando se sabe con certeza, que las materias primas producidas en el trópico tienen serios inconvenientes. Por un lado, la geografía del trópico dificulta una verdadera planeación productiva porque cuando no es El Niño es La Niña, y de esa no salimos. Es decir, los cultivos se nos mueren o por falta de agua o por exceso de agua. Adicionalmente, cuando los precios son bajos, nadie siembra, y por la consecuente escasez, los precios se disparan. Entonces como los precios están altos, todo el mundo siembra, y la consecuencia es que los precios se caen. Por lo anterior, no es difícil comprender, que difícilmente el desarrollo de una región o de un pueblo puede lograrse de la mano de una economía de producción de materias primas. Y ese es el panorama del Magdalena. ¿Acaso fueron los "gringos" quienes derrocharon la bonanza?

Por otro lado, la tal matanza de las bananeras fue en 1928 y estamos en el 2010. Es decir, han pasado 82 años y casi cuatro generaciones. ¿Cómo podemos seguir culpando nuestro atraso en algo que sucedió hace cuatro generaciones? Absurdo de todos los absurdos. Sin embargo, seguimos anclados en el pasado -pasado tergiversado por una ideología perversa- y culpando a los "gringos" de por qué estamos como estamos. Esta misma ideología, a manera de una gran muralla china, nos ha mantenido aislados y sumidos en el estado en que nos encontramos, sin permitirnos avanzar. Sacamos una enorme satisfacción del ejercicio de buscar culpables ajenos a nosotros, mientras los problemas sociales nos desbordan y el Magdalena sigue sumido en la pobreza. Peor aún, esta forma de pensar nos da muy pocas esperanzas de salir adelante.

Somos una sociedad anclada en el pasado, y como toda sociedad anclada al pasado, queremos basar nuestro progreso en lo que existe, entiéndase, recursos naturales. Las sociedades desarrolladas, por el contrario, basan su progreso en lo que no existe y su preocupación es el futuro y no el pasado. Por eso, nosotros seguimos creyendo que nuestro progreso depende de la tierra y de una política agraria justa, y que la equidad social se logra despojando a los terratenientes de sus tierras y dándoselas a los pobres. Por contraposición, las sociedades desarrolladas, basan su desarrollo en el conocimiento, en la inversión y sobre todo en la innovación.

Los recursos naturales siempre serán importantes pero dudosamente serán motor de desarrollo, y menos en el trópico. Piénsese, que el fenómeno de El Niño o de La Niña, difícilmente afectaría la producción basada en conocimiento. No está demás mencionar el efecto que las industrias basadas en conocimientos tienen en el desarrollo del talento humano, altamente capacitado y con salarios altos.

Algunos de nuestros pensadores locales, más que pensadores, son historiadores y sus apreciaciones más que ayudarnos a dar un salto hacia el progreso, nos mantienen reverberando un pasado ya inútil, y añorando tiempos mejores pero ya idos. Realmente, necesitamos verdaderos pensadores del progreso para que el Magdalena pueda despertar de su letargo y dejar de seguir empeñando su futuro, preocupados neciamente en lo que pasó y no en lo que aún no ha pasado. La historia aunque puede ser reinterpretada no puede ser cambiada, así que nuestra única oportunidad está en el futuro.

Vale la pena preguntarnos, si los buenos tiempos para el Magdalena ya pasaron o aún están por venir. Lo primero nos lleva a la resignación y al fatalismo. Lo segundo nos lleva a trabajar con optimismo y nos llena de esperanza. Yo soy fanático de lo segundo, y ¿usted?



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