La falacia del hombre carnívoro

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Arsada

Arsada

Columna: Opinión

e-mail: armandobrugesdavila@gmail.com



Recuerdo cuando en la escuela se nos decía que los humanos éramos biológicamente carnívoros y nuestros maestros, basándose en los textos de la época, nos lo demostraban. Hoy día, el planteamiento ha cambiado, pero infortunadamente el concepto sigue igual de vigente como hace 70 años o más, incluso en niveles culturales que se suponen altos.
La página mailto: lacasadesilvana@ fibertel.com.ar Ridnerme brinda una información para comentar sobre tan importante asunto, que a futuro será de una trascendencia socioeconómica de magnitudes inimaginables. En dicha página web se nos informa, que el hombre en sus orígenes fue vegetariano pero que períodos de prolongada escasez, como en la época de los glaciares, lo fueron acercando al consumo de carnes o proteína animal. En la página de internet arriba señalada, nos señalan claras manifestaciones biológicas que determinan el carácter herbívoro del Homo Sapiens, a saber: Los carnívoros tienen garras, los herbívoros al igual que el hombre no; los carnívoros transpiran por la lengua, los herbívoros, al igual que los humanos, lo hacen por poros en la piel; los carnívoros, a diferencia de los humanos y los herbívoros, no sudan; los dientes frontales de los herbívoros y humanos no son filosos ni puntiagudos como los de los carnívoros; los molares de los carnívoros, a diferencia de los herbívoros y humanos que son chatos, son lisos; las glándulas salivales de los carnívoros son pequeñas, mientras que las de los humanos y herbívoros son bien desarrolladas para digerir frutas y verduras; los herbívoros y humanos tienen la saliva alcalina y en ella abunda la ptialina, enzima capaz de romper los enlaces del almidón, ideal para digerir cereales, contrario a los carnívoros que cuentan con saliva ácida y no poseen ptialina; el estómago de los carnívoros genera ácido clorhídrico concentrado, en tanto que en los herbívoros y humanos, éste es 20 veces menos concentrado; el carnívoro, al contrario de los herbívoros y humanos, no mastica sino que devora pedazos; el carnívoro tiene un intestino corto, tres veces la medida de su cuerpo, lo que facilita la salida de la carne que se descompone rápido, mientras que en los herbívoros es 10 veces la medida de su cuerpo y en los humanos 12 veces la medida del mismo, debido a que los cereales y frutas tardan mucho más en descomponerse.
Con lo anterior, queda más que demostrado el carácter biológicamente herbívoro de los seres humanos. Pero ¿qué importancia tiene este detalle aparentemente tan baladí? Imagínense lo que pasaría si las comunidades humanas decidiéramos volver a nuestro hábito primigenio de no comer proteína animal dado nuestro carácter herbívoro? De inmediato, la economía mundial sufriría un colapso. Las transnacionales productoras de alimentos cárnicos y lácteos irían irremediablemente a la quiebra. No nos olvidemos que, todos los poderosos del mundo tienen intereses en estos grandes complejos industriales productores de alimentos y de allí derivan la mayor parte de sus millonarios ingresos. El no ingerir cárnicos ni lácteos disminuiría en grado sumo la presencia de enfermedades, lo que afectaría terriblemente la industria farmacéutica mundial, considerada la segunda gran fuente de ingresos de estos piratas de la industria masiva mundial. De igual manera, empresas como la Monsanto sería sometida a un juicio planetario en relación con su producción de semillas transgénicas, en el afán de estos poderosos de controlarlo todo. El hambre y la miseria se disminuirían ostensiblemente en el planeta, porque no se necesitaría de grandes extensiones de tierra para apacentar ganado, ni habría necesidad de depredar la vida marina de los océanos. Las guerras casi que no tendrían sentido y una tercera fuente de millonarios ingresos, como lo es la producción y venta de armas de estas pirañas instigadoras del consumo masivo, sufrirían también un duro golpe.
Por todo lo anterior, es que se nos insiste en que comamos carne y consumamos productos lácteos, contrariando una línea biológica herbívora que nos determina y que hemos venido contrariando desde tiempos inmemoriales. Como bien lo señala el gastroenterólogo japonés Hiromi Shinya, en su libro "La enzima para rejuvenecer" lo importante es la manera como los alimentos son digeridos y absorbidos en nuestros intestinos y los cárnicos y lácteos generan demasiada basura en nuestras células e intestinos. A nosotros toca entonces decidir.