La paz: quiénes la quieren y a quiénes no le conviene

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Noriega

José Noriega

Columna: Opinión

e-mail: jmartinnoriega@hotmail.com



"traigo en una mano la rama de olivo
y en la otra un fusil, no permitan que deje caer la rama de olivo". (Yasser Arafat)

Después de la posesión del presidente Juan Manuel Santos al emprender su segundo período presidencial en cuya ceremonia la sociedad escuchó de su parte que le hundiría el acelerador al proceso de conversaciones que se desarrolla en La Habana, como siempre ocurre en este país, las opiniones siguieron divididas y unos muestran un excesivo optimismo mientras otros dan ejemplo de su obstinación e interés por torpedear cualquier asomo de reconciliación en esta patria que lleva casi toda su vida republicana en medio de luchas fratricidas sin que nadie mueva un dedo para frenar esos comportamientos bélicos, lo que resulta incomprensible y absurdo, mientras otros parecieran disfrutar a sus anchas esa dolorosa realidad, sobre todo cuando desde la perspectiva económica son innumerables los millones que se invierten, sin que eso garantice que todos se vayan para la guerra y no se desvíen un poco para otros bolsillos, porque de lo contrario no se entiende el porqué de esa obcecada y reiterada oposición de algunos personajes en ponerle palos en la rueda a un proceso en el que están cifradas las ilusiones de muchos para de una vez por todas acabar con esta situación.
El osado siguiente paso fue el de llevar hasta la isla caribeña a los familiares de algunas víctimas para enfrentarse en un cara a cara con sus victimarios para ir entrando en una etapa de sensibilidad por parte de los representantes de la insurgencia y determinar que el último fin de todo ello es la petición de perdón, ese perdón que parece tan esquivo e imposible por parte de los alzados en armas porque para ellos, y así lo reiteran en sus peroratas y arengas publicitarias, hacerlo sería como doblegarse ante el Estado que enfrentan y que, aún en el marco de las conversaciones, los sigue combatiendo hasta llegar o pretender arrinconarlos y que entreguen las armas y no solamente limitarse a una dejación de las mismas como lo pregonan los veraneantes en el malecón de La Habana.
Ahora bien, el sólo hecho de que la posición de algunas personas representativas de la comitiva de víctimas que viajaron a la isla de Fidel haya causado tanta irritación política en algunos contradictores del presidente Santos, causa vergüenza, ya que sin inmutarse propagan y espetan su inconformismo con las conversaciones y continúan repitiendo como cotorras ese trillado cuentico de que ellos si quieren la paz, pero sin impunidad, suponiendo que ellos no hayan entendido, en medio de su obtusa forma de pensar, que la situación no es el de una derrota en el plano militar sino un acuerdo de voluntades y el compromiso del Estado de ofrecerles el tratamiento político para que todos los combatientes se reinserten a la sociedad y así la patria pueda vivir sin ese derramamiento de sangre que ha arrebatado miles de vidas de personas inocentes que nada tienen que ver con el conflicto, pero, obviamente, como la piola se revienta por el lado más frágil, se llevan por delante a quien sea, sin importar quién es ni a qué bando representa.
Ya está más que comprobado, hasta la saciedad, que la guerra es un excelente negocio que brinda unos rendimientos económicos exorbitantes y eso lo lleva a uno a pensar que detrás de esas posiciones ridículas se cuecen otro tipo de realidades que nadie se ha atrevido a manifestar de cara a la sociedad, pero que en el fondo de muchos ciudadanos es una idea que ronda y da vuelta, porque no se entiende por qué esa obstinación con ganas de atravesársele como vaca muerta a un proceso que ha marcado diferencia frente a los anteriores y que se observa que, poco a poco, se han ido cocinando y acordando determinados puntos de encuentro y pareciera que nos encontramos ad portas de hallar una solución a tanta majadería social y dejar de matarnos unos con otros.
La última gran jugada del presidente sobre el proceso de La Habana ha sido enviar allí a un selecto grupo de militares para que sirvan como asesores de los negociadores por parte del gobierno, soldados de reputación militar altísima y quienes han sido los encargados de propinarle los más certeros y mortales golpes a la insurgencia, como conocedores de ella que son, y desde allí se vislumbra una posible concertación, independientemente de los comentarios discordantes y altisonantes de parte de uno que otro resentido políticamente que, como en el refranero popular, ni hacen café ni prestan la olla, pero ya se acerca el día de desenmascararse ellos mismos frente a sus propias convicciones hasta lograr que acepten su mezquindad y reconozcan que están bastante equivocados, porque la realidad será superior a sus egoístas pensamientos.
De todas maneras, el pueblo colombiano pide a gritos para que el gobierno explore hasta llegar a conseguir la paz, sin que por ello se detenga a posponer discusiones ridículas y absurdas con quienes se oponen a ello, sin mostrar razones válidas o sensatas, sino que simplemente adoptan posiciones revanchistas para esconder su incapacidad de no lograr en el pasado lo que tanto cacarearon, -acabar con la insurgencia-, mientras le invertían inimaginables sumas de dinero a la guerra. Amanecerá y veremos y, en esta oportunidad, no matarán la primavera.